En aquel día ni el remanente de Israel ni los sobrevivientes del pueblo de Jacob volverán a apoyarse en quien los hirió de muerte, sino que su apoyo verdadero será el Señor, el Santo de Israel. Isaías 10:20. NVI.
Lectura: Isaías
10:20-34. Versículo del día: Isaías
10:20.
MEDITACIÓN DIARIA
Siempre he creído que el
pueblo de Israel fue, es y seguirá siendo muy bendecido por Dios. Muchos me
dicen que ahora el pueblo del Señor somos nosotros los cristianos y tienen razón
también; sin embargo, hay muchos versículos que nos hablan de lo que el Señor
hará con el remanente de Israel. Mi corazón siempre estará con ese pueblo que me
cautivó sin ser todavía cristiana, cuando leí la obra: ‘La hora 25’, del
escritor rumano Constantin Virgil Gheorghiu.
En tiempos del Señor Jesús,
los judíos esperaban un Mesías que los liberara del yugo romano, ya que ellos
los tenían oprimidos, humillados y dominados. Por esta razón principalmente fue
que lo rechazaron: “Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron” (Juan
1:11). Ellos querían que llegara de una vez a destronar al rey romano y no entendieron
que primero se convertiría en el Mesías sufriente. Después de su Segunda Venida,
si lo veremos en la gloria como un rey.
Dice el profeta Isaías que los del remanente no creerán más en Asiria, sino
que volverán los ojos hacia el Dios de Jacob que siempre ha estado con ellos (versículo
del día). Valdría la pena preguntarte: ¿en quién te apoyas cuando estás en
situaciones embarazosas? ¿Volteas los ojos a tu Dios verdadero o prefieres
cogerte de cuanto dios hay? No te dejes engañar solo hay un Dios verdadero a
quien podemos acudir en nuestra ayuda. El Dios que se hizo hombre para venir a
salvarnos. “¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó,
y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:34).
Aprendamos a depender en todo momento de Él.
Amado Señor Jesús: gracias por tu Palabra que es verdad y
nos enseña a asimilarla para diferentes situaciones. Enséñanos a depender de Ti
en todo momento como coherederos Contigo e hijos adoptivos del Padre Celestial.
¡Te amamos buen Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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