Aplica tu corazón a la disciplina y tus oídos al conocimiento.
Proverbios 23:12. NVI.
Lectura: Proverbios 23:1-18. Versículo del día: Proverbios 23:12.
MEDITACIÓN DIARIA
Todo en la vida exige disciplina. Cualquier cosa que
queramos emprender exige disciplina. Si es un deporte, un trabajo, un estudio;
hasta para un hobby o juego de entretenimiento necesitamos disciplina. Siendo
lo rutinario de ese modo, con mayor razón Dios nos exige disciplina en nuestra
vida diaria con Él. “No se contenten solo con escuchar la palabra, pues así se
engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero
no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después
de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es” (Santiago 1:22-24).
Personalmente considero que la disciplina va ligada a
la autoridad y al orden que se siga bien sea en el hogar, en la empresa o en la
Iglesia. Creo que toda institución tiene normas o reglas que hay que acatar y
no pasar por alto. Pero para que seamos disciplinados en cualquier tipo de organización,
tenemos que empezar por nosotros mismos. La disciplina exige dejar aquello que
nos aleja y actuar acorde con lo estipulado. Por decir: sé que la Palabra de
Dios es para mi bien, pero si no la conozco no puedo disciplinarme en ella.
Igual sucede con la oración. Para mí es una disciplina fomentar cada día el deseo
de hablar con Papá Dios. Recordemos que, si no lo hacemos, Dios buscará la
manera de llevarnos a sus píes y la disciplina de Dios no es tan fácil de
sobrellevar. “Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla,
parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una
cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (Hebreos
12:11). Practiquemos la autodisciplina para no tener que aprenderla a golpes.
Amado Dios y Padre: queremos ser obedientes a tu
Palabra para que nuestro corazón reciba la enseñanza con agrado y nuestros
oídos estén atentos para escuchar palabras sabias. Gracias por tener en
nuestras manos, el Manual de vida que nos dejaste; de ahí proviene todo
conocimiento y verdad. ¡Te alabamos y te adoramos!
Un abrazo y bendiciones.
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