La tierra languidece y se marchita; el mundo se marchita y desfallece; desfallecen los notables de la tierra.
Isaías 24:4. NVI.
Lectura: Isaías 24:1-23. Versículo del día: Isaías 24:4.
MEDITACIÓN DIARIA
Isaías escribe sobre esta profecía para toda la tierra
y mi pregunta es la misma que últimamente cuestiono: ¿será para este tiempo
Señor? “El remanente eleva su voz y grita de alegría; desde el occidente aclama
la majestad del Señor. Por eso, glorifiquen al Señor en el oriente; el nombre
del Señor, Dios de Israel, en las costas del mar. Desde los confines de la
tierra oímos cantar: ¡Gloria al justo!” (vv.14-16). No es un secreto cómo se está
tratando de llevar el Evangelio del Señor Jesús alrededor de todo el mundo y el
oriente no es excepción. Somos también testigos de que su Nombre está tocando
hasta los confines de la tierra y dan gloria al Justo tal como lo dice el
versículo 16 de la lectura de Isaías. El Justo, el único que pudo morir en una
cruz para redimirnos del pecado y así justificarnos ante el Padre. ¿De cuál remante
nos habla el profeta? Dice Pablo en el Nuevo Testamento hablando de Israel: “Así
también hay en la actualidad un remanente escogido por gracia. Y, si es por
gracia, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería gracia” (Romanos
11:5-6). Un remanente que entendió que ya no tenía que vivir bajo la ley sino
bajo la gracia. Ellos son los que se han puesto sus ojos en el Mesías; son los
que gritan de alegría.
Para ti, igual es tiempo de gracia. Solamente tienes
que aceptar la obra que Jesús vino hacer por ti. Entender que en verdad los
tiempos vividos son caóticos; la maldad no se detiene: “La tierra se tambalea
como un borracho, se sacude como una choza. Tanto pesa sobre ella su rebelión que
caerá para no volver a levantarse. En aquel día el Señor castigará a los
poderes celestiales en el cielo y a los reyes terrenales en la tierra” (vv.
20-21 en la lectura). Solamente nos
queda cogernos de la mano de quien vino a pagar por el precio de nuestros pecados:
Cristo el Salvador. Oremos:
Señor Jesús: Tú, el Hijo de Dios quien vino a pagar por
todo el peso de la transgresión de la humanidad, solamente por amor. Tú quién Eres
el Justo, el Mesías prometido, el Salvador del mundo, hoy, quiero entregarme a
Ti. Entregarte mi vida para que la uses en Tu obra. Gracias por perdonarme y
limpiarme. Deseo también gritar de alegría. Gracias por permitirme conocerte y
saber de Ti. ¡Gloria al Justo, al bendito Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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