martes, 29 de enero de 2019

Solo, desde el Getsemaní


Luego volvió a sus discípulos y los encontró dormidos. Simón —le dijo a Pedro—, ¿estás dormido? ¿No pudiste mantenerte despierto ni una hora? 
Marcos 14:37. NVI.

Lectura: Marcos 14:32-65.  Versículo del día: Marcos 14:37.

MEDITACIÓN DIARIA

En la agonía del Señor Jesús presumo que sus discípulos no entendían lo que en realidad estaba pasando. Quizá estaban muy cansados y el sueño los vencía; pero supongo lo duro que debió ser para el Señor, ya que eran los momentos cruciales donde más necesitaba el apoyo, la compañía y la comprensión de ellos; se creería que poco o nada les interesaba su sufrimiento. Definitivamente Él pasó solo toda su agonía “Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir” (Isaías 43:10).
Más tarde en el arresto, el sumo sacerdote lo interroga sobre las acusaciones que se le hacían: “¿No tienes nada que contestar? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra? Pero Jesús se quedó callado y no contestó nada” (vv. 60-61 en la lectura). Exactamente lo escrito quinientos años atrás por el profeta: “Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja, enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca” (Isaías 53:7). Esto fue solamente el principio de dolores de nuestro Amado Jesús. Lo que siguió después fue más cruento todavía: corona de espinas, latigazos, burlas, humillaciones, cargar una pesada cruz, ser clavado en ella, estar sediento y ser traspasado con espada.
El hombre actualmente es más indiferente hacia el Salvador de la humanidad. Presume de ser único y poderoso sin darse cuenta que aquí solamente está de paso y que, para llegar al otro lado necesita de Jesús el Salvador. Oro para que tú lo entiendas y lo aceptes en tu vida, como el Señor y Salvador que es. Si te parece, te invito a orar así:

Señor Jesús: entiendo tu obra redentora en la cruz por mí. Entiendo tu soledad, tu sufrimiento, tu pasión y muerte sin haber cometido la menor falta. Toma mi vida; perdona mis pecados. Gracias porque todo lo sufriste por mí, solamente con el deseo de que yo pudiera reconciliarme con Dios e ir a gozar más tarde la vida eterna a tu lado. Muchas gracias por tanto amor derramado sin siquiera merecerlo.

Un abrazo y bendiciones.

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