¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.Hechos 9:15.
Lectura: Hechos 9:1-31. Versículo del día: Hechos 9:15.
MEDITACIÓN DIARIA
La lectura nos habla
sobre la conversión de Saulo, quien es el mismo Pablo. A Saulo no le tocó fácil
su vida después de la conversión. Los judíos se confundían al escucharlo hablar
con gran denuedo de Jesús, sabiendo que él anteriormente perseguía a todo el
que invocara ese nombre, lo apresaba y lo entregaba a los sacerdotes. Entonces,
su plan era hacerlo desaparecer. Por otro lado, cuando quiso juntarse con los
discípulos, éstos le tenían miedo porque no creían que de veras fuera discípulo
del Señor (vv. 20-30).
¿Sería diferente
nuestro cristianismo, si hubiéramos tenido un encuentro tan personal con el
Señor como el de Pablo? A veces me surge esa pregunta, medito sobre ella y a la
vez concluyo que si el Señor le dijo a Tomás: “Dichosos los que no han visto y
sin embargo creen” (Juan 20:29), es porque el nuevo nacimiento es sobre-natural,
está dirigido completamente por la mano de Papá Dios con el sello del Espíritu
Santo, y a todos se nos ha dado el mandato: “Por tanto, vayan y hagan
discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a
ustedes” (Mateo 28:19-20). Así que nuestro bendito Señor ya nos escogió como
instrumentos suyos, igualmente con el fin de dar a conocer su Nombre por donde
quiera que vayamos.
De todas maneras es un
milagro también, el hecho de haber conocido a Jesús y aceptarlo como Señor y
Salvador personal, sin depender de la clase de conversión que hayamos tenido.
No importa si decimos que no sabemos hablar como Moisés (Éxodo 4:12-14), o que
se es muy joven aun como Jeremías (Jeremías 1:7), o si incluso para obedecer,
Dios nos pasó por una prueba como la de Jonás (3:1-2). Nos queda ser sumisos y
sensibles a la voz del Espíritu Santo; entender que somos instrumentos suyos muy
valiosos y que el mandato es claro: obedecer e ir.
Amado Señor: Somos como
cualquier persona común y corriente; solo que por tu bendita gracia nos has escogido
para tu reino y eso nos hace discípulos tuyos. Queremos ser obedientes a tu
Palabra y empezar a hablar del milagro de nuestra salvación a otros. Llénanos
con tu Santo Espíritu y permite que de nuestros labios broten palabras de vida
eterna a donde quiera que vayamos. Somos tus mensajeros; estamos en tus manos para
servirte fielmente. ¡Úsanos! Gracias buen Señor.
Un abrazo y
bendiciones.
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