sábado, 7 de mayo de 2016

¡Úsanos Señor!




¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel. 
Hechos 9:15.


Lectura: Hechos 9:1-31.  Versículo del día: Hechos 9:15.

MEDITACIÓN DIARIA

La lectura nos habla sobre la conversión de Saulo, quien es el mismo Pablo. A Saulo no le tocó fácil su vida después de la conversión. Los judíos se confundían al escucharlo hablar con gran denuedo de Jesús, sabiendo que él anteriormente perseguía a todo el que invocara ese nombre, lo apresaba y lo entregaba a los sacerdotes. Entonces, su plan era hacerlo desaparecer. Por otro lado, cuando quiso juntarse con los discípulos, éstos le tenían miedo porque no creían que de veras fuera discípulo del Señor (vv. 20-30).
¿Sería diferente nuestro cristianismo, si hubiéramos tenido un encuentro tan personal con el Señor como el de Pablo? A veces me surge esa pregunta, medito sobre ella y a la vez concluyo que si el Señor le dijo a Tomás: “Dichosos los que no han visto y sin embargo creen” (Juan 20:29), es porque el nuevo nacimiento es sobre-natural, está dirigido completamente por la mano de Papá Dios con el sello del Espíritu Santo, y a todos se nos ha dado el mandato: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (Mateo 28:19-20). Así que nuestro bendito Señor ya nos escogió como instrumentos suyos, igualmente con el fin de dar a conocer su Nombre por donde quiera que vayamos.
De todas maneras es un milagro también, el hecho de haber conocido a Jesús y aceptarlo como Señor y Salvador personal, sin depender de la clase de conversión que hayamos tenido. No importa si decimos que no sabemos hablar como Moisés (Éxodo 4:12-14), o que se es muy joven aun como Jeremías (Jeremías 1:7), o si incluso para obedecer, Dios nos pasó por una prueba como la de Jonás (3:1-2). Nos queda ser sumisos y sensibles a la voz del Espíritu Santo;  entender que somos instrumentos suyos muy valiosos y que el mandato es claro: obedecer e ir.

Amado Señor: Somos como cualquier persona común y corriente; solo que por tu bendita gracia nos has escogido para tu reino y eso nos hace discípulos tuyos. Queremos ser obedientes a tu Palabra y empezar a hablar del milagro de nuestra salvación a otros. Llénanos con tu Santo Espíritu y permite que de nuestros labios broten palabras de vida eterna a donde quiera que vayamos. Somos tus mensajeros; estamos en tus manos para servirte fielmente. ¡Úsanos! Gracias buen Señor.

Un abrazo y bendiciones.

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