De él dan testimonio todos los profetas, que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados.Hechos 10:43.
Lectura: Hechos 10:1-48. Versículo del día: Hechos 10:43.
MEDITACIÓN DIARIA
Pedro estando en Jope tuvo una visión donde el
Señor le enseñaba que para Él no existen favoritismos (vv.35-35). Esto con el
fin de que fuera a Cesarea y aceptara a un soldado romano llamado Cornelio para demostrarle que
no importa si somos judíos, griegos, negros, blancos, altos, bajos porque para Él
no hay acepción de personas. Todos somos iguales ante su presencia y todos
constituidos pecadores (Romanos 3:23). Por eso, no debemos discriminar a nadie;
a Dios lo que le importa es que creamos lo que Moisés y los profetas declararon que sucedería:
que Cristo el Señor vendría a morir por los pecados de toda la humanidad y que
ha sido nombrado por Dios como Juez de vivos y muertos (v.42 en la lectura).
Entendiendo el mensaje de la visión de Pedro, nos
queda a nosotros también ponerlo en práctica y no menospreciar a nadie como
merecedor de la gracia de Dios. El Señor Jesús perdona toda clase de pecados;
tampoco existe para Él unos más leves que otros, el caso es que es pecado y
esto es lo que nos separa de tener una buena relación con Dios Padre. Otro punto
para resaltar en la lectura es que sabiendo la importancia de extender el reino
de Dios, es importante tener en cuenta la lección que nos deja Cornelio: ofreció
su casa como recinto para que Pedro fuera y desde allí, anunciara el mensaje de
salvación a parientes y amigos íntimos que había reunido (v. 24).
Propongámonos abrir las puertas de nuestros
hogares para invitar a familiares, vecinos y amigos, sin menospreciar a ninguno
de ellos como candidato para el reino de los cielos.
Amado Señor: Gracias porque como testimonio
vivo de esta Palabra que nos regalas hoy, podemos observar a personas que no
por ser famosas en sus campos de acción, han aceptado el reto de conocerte y
hablar a los de su entorno sobre quién eres Tú. También te pedimos que nos
enseñes a ofrecer nuestras casas con el fin de dar a conocer el perdón de
pecados a tanto necesitado, sin distingos de ninguna clase. ¡Gracias buen
Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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