miércoles, 17 de febrero de 2010

Yo no te olvidaré

¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!.

Isaías 49:15.

Lectura diaria: Isaías 49:13-21. Versículo del día: Isaías 49:15.

ENSEÑANZA

Aunque se puedan presentar casos donde una madre por diferentes razones deja a su bebé, es muy difícil que suceda porque por algo, el amor de madre es sublime y especial a los ojos de Dios. Sin embargo, el Señor nos dice aquí en su Palabra que si aun ella se olvidara, Él jamás lo hará; no nos dejará ni abandonará porque su amor sobrepasa todo entendimiento. Su amor está por encima del amor de madre o del amor que se le puede dar al esposo(a). “Grabada te llevo en las palmas de mis manos” dice el verso 16, como previendo que nos podamos perder o extraviar. A veces las circunstancias de la vida, nos hacen creer que no valemos nada o que ni siquiera a nuestros padres les importamos. Nos podemos sentir solos y frustrados, pero precisamente es ahí en ese momento que debemos recordar el amor de nuestro Papito Celestial: inmutable y eterno. Ese amor no cambia. En Jeremías 31:3 nos afirma: “Con amor eterno te he amado, por eso te sigo con fidelidad”. Eterno, es eterno; incluye el antes de nacer y el después de morir. “El Señor me llamó antes de que yo naciera, en el vientre de mi madre pronunció mi nombre (Isaías 49:1). Cuando nuestros padres nos estaban engendrando, ya estábamos ahí presentes y su amor ya nos rodeaba. “Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación” (Salmo 139:16). En Juan 14:1-3 el mismo Señor Jesús nos dice lo siguiente: “No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo hubiera dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté”. En Oseas el mismo Padre se pregunta ¿cómo podría yo entregarte? ¿Cómo podría abandonarte? Y enseguida dice que el corazón le da vuelcos y se le conmueven las entrañas. Si como padres terrenales nos es difícil despegarnos de los hijos, ¿cuánto más lo será para nuestro Padre eterno? Reflexionemos: No estamos solos, Dios está con nosotros y jamás nos dejará. “¡Yo no te olvidaré!” te lo dice fuertemente, en exclamación para que no te quede la menor duda de su amor.

Un abrazo y bendiciones.

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