miércoles, 24 de febrero de 2010

¿Ya están escritos nuestros nombres?

Sin embargo, no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres ya están escritos en el cielo.

Lucas 10:20.

Lectura diaria: Lucas 10:16-24. Versículo del día: Lucas 10:20.

ENSEÑANZA

Cuando el Señor dijo: “Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño” (verso 19), no quería decir que esto bastaría para ser salvos. En Marcos 16 también el Señor habla no solamente sobre lo mismo, sino que también afirma: podrán las manos sobre los enfermos y sanarán; cuando beban algo venenoso no les hará daño, etc. Debe ser muy gratificante realizar estos prodigios, pero de nada sirve tanta emoción si de verdad en el corazón del hombre no habita Aquel que vino a morir y padecer por sus pecados. Nuestros nombres empiezan a aparecer en el libro de la vida, en el mismo momento en que decidimos entregar nuestra vida al Señor Jesucristo; de lo contrario podemos hacer maravillas, no hacerle mal a nadie, practicar la misericordia, justicia, y tantas otras cosas, pero de nada nos ayudará, porque el área espiritual seguirá vacía. Todas estas señales son dones repartidos por el Espíritu Santo como a Él le parezca y a quien quiera otorgárselos (1ª. Corintios 12:11). Lo que pasa es que hay que tener cuidado con ellos porque Satanás siendo tan astuto como es, puede copiarlos y engañar a muchos haciéndose pasar por ángel de luz. De ahí, que es muy importante buscar el fruto del Espíritu, más que los dones. Entendiendo un poco mejor el pasaje dentro de todo el contexto bíblico, tal vez, podamos apreciar mejor las palabras del Señor: “Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo”. Te pregunto: ¿Tienes la certeza de que tu nombre ya está escrito en el cielo? Si aún lo dudas, te invito a hacer esta pequeña oración; simplemente es una guía, si la quieres cambiar, cámbiala; lo importante es la sinceridad de tus palabras: Señor Jesucristo yo te necesito, te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Reconozco que moriste por mí en una cruz y que resucitaste de los muertos para darme vida eterna. Gracias por perdonar mis pecados y escribir en este momento mi nombre en el libro de la vida. En tu santo nombre Jesús, amén. Ahora, que si el Espíritu Santo te bendice con algunos de sus dones, no los desprecies; ponlos en las manos del Señor para su obra y glorificar su nombre.

Un abrazo y bendiciones.

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