martes, 9 de febrero de 2010

Por si no lo sabías

¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable.
Isaías 40:28.

Lectura diaria: Isaías 40:6-31. Versículo del día: Isaías 40:28.

ENSEÑANZA

El capítulo 40 de este profeta nos hace ver claramente quienes somos nosotros ante Dios. Dice su Palabra que somos como la hierba y la gloria como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita, lo único que prevalece es la Palabra de Dios. Me pregunto y a la vez me respondo como el gran predicador Salomón ¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida? Y después de cavilar sobre tantas sinrazones y contradicciones de la vida llego a la misma conclusión: “Teme, pues a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre” (Eclesiastés 1:3 y 12:13). Creemos que hay personas demasiado importantes a quienes no somos capaces ni siquiera de dirigirnos. Naciones tan poderosas que se creen infalibles. Sin embargo, aquí el Señor nos revela cuán insignificantes somos: personas, reinos y naciones. “A los ojos de Dios, las naciones son como una gota de agua en un balde, como una brizna de polvo en una balanza. El Señor pesa las islas como si fueran polvo”; “Él anula a los poderosos, y a nada reduce a los gobernantes de este mundo” (versos 15 y 23). Una voz proclama en el desierto, pidiendo que preparen el camino para el Señor. Dios te está pidiendo que prepares el camino de tu corazón para Él. Todo esto Dios quería que lo supieras hoy, para que entiendas qué tan grande es su poder y poderosa su fuerza. Para que allanes tu senda y encauces tu vida. Él es un Dios incomparable y está listo para ti; para que si depositas tu confianza en Dios Padre, deduzcas que en sublime amor, envió a su Hijo amado a reconciliar al mundo; a reconciliarte con Él. Y cuando te sientas desfallecer, te dará nuevas fuerzas y serás como las águilas: volarás, correrás, caminarás y no te fatigarás ni cansarás. ¿Quieres conocerle más? Es sencillo. Simplemente dile sinceramente a Dios lo siguiente: Amado Dios, hoy reconozco todo tu poder y obra redentora. Creo en Jesucristo y deseo recibirle en mi corazón como Señor y salvador. Toma mi vida Jesús y haz de ella la persona que tú quieres que yo sea. Gracias por perdonar mis pecados, por darme una nueva vida y las fuerzas necesarias para continuar hasta llegar a la meta prometida. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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