sábado, 7 de noviembre de 2009

Señor, enséñanos a orar

Y al orar, no hablen sólo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras.

Mateo 6:7.

Lectura diaria: Mateo 6:1-15. Versículo del día: Mateo 6:7.

El Señor Jesús nos deja la oración por excelencia para dirigirnos a nuestro Padre Celestial. En primer lugar permite que lleguemos a Él con toda confianza llamándole “Padre” porque en realidad lo es. Es nuestro Papito Divino y como cualquier hijo que se acerca a su padre terrenal a hablar con él y a solicitarle algún beneficio, también nosotros debemos hacerlo con el Gran Padre que tenemos en el cielo. En esa morada vamos también a habitar cuando Él nos llame a su presencia. Debemos reconocer su majestuosidad y adorarle por su grandeza; si queremos que su reino se establezca en la tierra, tenemos que ayudarlo a propagar pidiendo por toda raza, tribu y nación para que nadie pueda decir que nunca escuchó hablar de Dios; somos sus embajadores en este mundo terrenal. Asimismo, debemos aceptar su voluntad que es buena, agradable y perfecta, ya sea en momentos de desdicha como de gran gozo y si en el cielo no hay reproches ni desobediencia, esa también debería de ser nuestra actitud aquí en la tierra; no solamente le pedimos el pan de cada día, sino en realidad todo lo material que necesitamos para vivir dignamente como hijos suyos que somos, con la certeza que siempre nos dará lo mejor, lo más benéfico y que de paso no nos vaya alejar de su lado. Nos enseña también a pedir perdón por nuestros pecados y a la vez perdonar a los que nos han ofendido. Recordemos que parte de la liberación se da al perdonar, porque rompemos las cadenas que nos atan con resentimientos y odios. Si el Señor ya nos perdonó, ¿quiénes somos nosotros para no hacerlo con nuestro prójimo? Muy importante ya para terminar, pedirle al Padre que no permita que Satanás haga de las suyas con nosotros; por consiguiente estar alertas para no caer en tentación y a la vez implorarle que nos libre de las acechanzas del maligno; él está como león rugiente, buscando a quien devorar. Los discípulos de Jesús le pidieron que les enseñara a orar, porque vieron su ejemplo y lo querían seguir. Esta es la oración que el Maestro divino nos dejó como legado y debemos aprender a sacarle el mayor provecho porque en ella se copila el reconocimiento, la exaltación, la sujeción, la petición, el perdón y la liberación. Practiquémosla cada día y obtendremos una vida de oración victoriosa.

Un abrazo y bendiciones.

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