lunes, 9 de noviembre de 2009

Deseos de bienestar

¡Que el Señor te recompense por lo que has hecho! Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces.

Rut 2:12

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Lectura diaria: Rut 2:1.23. Versículo del día: Rut 2.12.

ENSEÑANZA

Cuando Booz se enteró de quien era Rut y de todo lo que ella había hecho por su suegra, no tuvo más que palabras de bendición y de elogio hacia ella. Palabras de bienestar donde su deseo por lo mejor en la vida de Rut, sucediera. Y sucedió, recordemos que Rut fue la bisabuela de David y que hace parte del linaje correspondiente al Señor Jesús. Quizá Rut en su momento no alcanzó a vislumbrar el alcance de aquellas palabras; quizá murió aún sin comprenderlas, pero precisamente, el pasaje nos enseña que Dios no se queda con nada guardado, Él escucha las oraciones del justo y de igual modo procede frente a sus hijos. Aprendamos siempre que podamos hacerlo, a permitir que nuestros labios pronuncien mensajes de amor y gratitud, a través de un “Dios te bendiga y te recompense por lo que has hecho” o “el Señor bajo cuyas alas te refugias, te bendiga y te conceda paz y fortaleza”. Aprendamos siempre, cualquiera que sea la situación a dirigir palabras de apoyo y bienestar. Ahí radica la diferencia entre los cristianos y quienes no lo son, ¿será que sí? ¡Ay Dios! Nuestro testimonio deja mucho que desear. Cuando nos sucede un percance con una persona que no conocemos o que no es de nuestro agrado, por lo general refunfuñamos y nuestras frases destilan de todo, menos amor y compasión. No es solamente decir “te maldigo”, simplemente es todo lo que es mal decir o sea en contra de esa persona, lo que va a recaer sobre ella. Un ejemplo muy claro, se ve al viajar en transporte público, si el conductor va a toda prisa le lanzamos consignas como esta: “¡oiga, bruto, animal! ¿Qué cree que está llevando, bestias?” Y si va despacio: “¡oiga señor! No sea tan lento y tarado, ¡vamos a trabajar no de paseo!” Es muy fácil dejarnos llevar por la lengua sin darnos cuenta que esto también nos conduce a maldecir. “De la abundancia del corazón, habla la boca”. No permitamos que en nuestro corazón se sienten pensamientos de ira, enojo, rencor, odio, etc., porque entonces vamos a proferir lo que no es grato y lo que tampoco queremos oír hacia nosotros. Sea la ocasión para decirles con todo mi corazón: ¡Que el Señor les recompense por lo que han hecho por mí, en estos tiempos de tanta turbulencia! ¡Que el Señor les pague con creces, toda oración y acción no sólo hacia mí, sino también hacia mi familia!

Un abrazo y bendiciones.

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