martes, 17 de noviembre de 2009

La belleza victoriosa

Mardoqueo tenía una prima llamada Judasá. Esta joven conocida también como Ester, a quien había criado porque era huérfana de padre y madre, tenía una figura atractiva y era muy hermosa.

Ester 2:7.

Lectura diaria: Ester 2:1-18. Versículo del día: Ester 2:7.

ENSEÑANZA

En nuestro país se acaba de realizar el Reinado Nacional de la Belleza, donde se elige a la mujer que nos representará en Miss Universo. Por estos días, la televisión nacional hace mucha alusión a la belleza física de una u otra manera. Para nadie es un secreto que estos certámenes tienen mucho de negocio económico, que atrae no sólo a diseñadores, marcas y academias de belleza, sino incluso a medios televisivos que son los que permiten llegar a los hogares colombianos donde la atracción por la disputa de la mujer más bella de Colombia, es bien recibida. Personalmente siempre me ha gustado seguirlo; sin embargo, queda la incógnita sobre cuál en realidad es el pensamiento de estas niñas respecto a la belleza. Cualquier conjetura al respecto, podría llevarme a lanzar juicios que sin tener el menor indicio, es mejor callar. Pienso que toda mujer desea verse bonita y agradable; siempre he creído que parte de la feminidad se encuentra en un poco de vanidad y de coqueteo. Si es bonito encontrarse con mujeres elegantes y hermosas, pero hay que tener cuidado de no pasarse de lo normal porque estaríamos ante un cuadro de narcisismo o de enfermedad. La Biblia nos habla de la belleza e incluso de mujeres muy lindas, una de ellas la reina Ester a quien Dios utilizó con su encanto para librar al pueblo judío del exterminio; otra mujer muy hermosa, debió ser la sulamita, quien era la figura principal en Cantares, la obra poética que inspiró a Salomón. El apóstol Pedro nos exhorta a buscar la belleza interna, la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible (1ª. Pedro 3:4). Recordemos además que ese espíritu apacible se refleja en el rostro (Proverbios 15:13) y esto se da cuando ponemos nuestra entera confianza en el Señor. La belleza interna de una mujer radica en la sabiduría para manejar su vida, su hogar, su trabajo y todo lo que se encierra a su alrededor “engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza” (Proverbios 31:30). La mujer que teme a Dios, está resguardada por Él y Dios no la dejará marchitar y perecer como a la flor del campo aún en circunstancias adversas, porque florece y se regocija en el Señor su Salvador. Esta es la belleza victoriosa, la que va a perdurar por siempre a pesar de que lleguen los años, las vicisitudes y los desengaños. Jamás se envejecerá porque estará adornada con las joyas del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). Sí, busquemos vernos hermosas por fuera, pero no olvidemos la belleza interior que en últimas será la que perdurará victoriosa.

Un abrazo y bendiciones.

3 comentarios:

Unknown dijo...

muchas gracias!!! me ayudo harto leer tus comentarios sobre la verdadera belleza que Dios admira...

Unknown dijo...

muchas gracias !!!

Dora C. dijo...

Marcela: Gracias por leer "Mis devocionales compartidos". Me alegra sobremanera que te haya ayudado. La gloria es para nuestro amado Señor.

Un grana abrazo y bendiciones.

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