lunes, 26 de diciembre de 2022

Gracias bendito Salvador, ¡Príncipe de paz!

Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. 

Isaías 9:6. NVI.


Lectura: Isaías 9:1-7.  Versículos del día: Isaías 9:6.


MEDITACIÓN DIARIA


Isaías profetizó más o menos mil quinientos años atrás, lo que acontecería en la tierra de Galilea, exactamente donde el Señor Jesús realizaría su ministerio: “pero en el futuro honrará a Galilea, tierra de paganos, en el camino del mar, al otro lado del Jordán” (v. 1c); y también dice: El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido” (v.3). ¿Cuál es la gran luz que ven los del pueblo? El Niño que ha nacido, que es Dios hecho hombre en todo su esplendor (v. 6), y reinará para siempre con soberanía y paz desde el trono de su antepasado David, para sostenerlo con justicia y rectitud. El compromiso del Señor Todopoderoso permitirá que todo esto suceda (v. 7).


Recordemos que José tuvo que viajar con María hasta su ciudad de origen que era Belén a escribirse en un censo decretado por Augusto emperador de Roma.  Y la gran Noticia es que todo esto sucedió tal como lo predijo Isaías: “Mientras estaban allí, llegó el momento para que naciera el bebé. María dio a luz a su primer hijo varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible para ellos” (Lucas 2:6.7). Alegrémonos y regocijémonos con esta Gran Noticia. También necesitamos urgente que este pueblo, este mundo que anda en completa oscuridad vea la gran luz que es Cristo el Señor.


Gracias bendito Dios por habernos dado el mejor regalo para este género humano caído y doliente. Gracias bendito Niño Jesús porque tu nacimiento cambió la historia de la humanidad en dos. Tú viniste a salvarnos de las garras del pecado. Toma nuestras vidas Señor Jesús y dirige nuestros pasos. Gracias por hacernos personas de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias bendito Salvador, ¡Príncipe de paz! ¡Te amamos y te adoramos!


Un abrazo y bendiciones.

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