jueves, 6 de octubre de 2022

Ahora entramos directamente a la presencia de Dios

Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. 

Lucas 23:44-45. NVI.


Lectura; Lucas 23:44-49.  Versículos del día: Lucas 23:44-45.


MEDITACIÓN DIARIA


Muchos fenómenos extraordinarios acompañaron la muerte del Señor Jesús: las tinieblas cubrieron toda la tierra y la cortina del Santuario del Templo se rasgó en dos, nos dice Lucas; Mateo nos narra en su Evangelio cuatro sucesos más, iguales de asombrosos: la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos resucitaron (Mateo 27:51-52). Todo esto como para que no quedara la menor duda que era el Hijo de Dios quien moría. Sí; moría por ti y por mí.

Pero el Señor Jesús no se quedó en esa tumba; su tumba está vacía porque resucitó y también lo hizo por ti y por mí para librarnos de la muerte. El velo del templo que era el que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo en el Tabernáculo y a donde solamente podía entrar el sumo sacerdote una vez al año, provisto siempre de sangre que ofrece por sí mismo y por los pecados cometidos por el pueblo, se rompe en dos. Cristo Jesús, el Cordero inmolado por nuestros pecados es el Sumo Sacerdote más excelente y perfecto; entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo no con sangre de machos cabríos o becerros sino con su propia sangre (Hebreos 9:1-14). Ahora ya no existe Tabernáculo ni templo como tal, porque cada uno de nosotros somos templo del Espíritu Santo y tenemos acceso directo a Dios nuestro Padre por medio del Señor Jesucristo.


Señor Jesús: Tú Eres el gran Sumo Sacerdote; gracias porque al partirse en dos el velo del templo, Tú con tu sangre derramada nos estás dando vía libre por un camino nuevo y vivo que nos has abierto a la presencia de Dios. Danos Señor un corazón sincero con la plena seguridad que da nuestra fe, de la firme esperanza de una patria celestial tal como nos lo prometiste. Gracias porque nuestra conciencia culpable ya ha sido rociada con tu preciosa sangre con el fin de purificarnos. Gracias, muchas gracias por tanto bien recibido a través de tu muerte bendito Señor. ¡Te adoramos!


Un abrazo y bendiciones. 

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