Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas.
Salmo 63:1 RVR 1960.
Lectura: Salmo 63:1-11. Versículo del día: Salmo 63:1.
MEDITACIÓN DIARIA
David buscaba al Señor intensamente: lo anhelaba, lo
deseaba como quien tiene sed extrema y está ya sin fuerzas en el desierto árido
y tormentoso. El cuadro que nos demuestra es el del hombre desesperado buscando
al Dios de su vida. Me gusta como lo dice esta versión: “De madrugada te
buscare” y me gusta más porque estoy convencida que es en la mañana cuando
primero que todo estamos más despejados y descansados. La oración fluye
fácilmente y la lectura de la Biblia también y por esa misma razón es más
comprensible. Aprendamos a buscar al Señor intensamente.
Ahora bien; si te das cuenta que por diferentes
motivos no puedes en la mañana, búscalo en la noche o en la hora más propicia
para ti. Lo importante es que lo anheles, que lo desees con todo el corazón.
Esta es la manera en que estás sensible a su voz y detallas perfectamente sus
maravillas en tu vida: “Para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en
el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te
alabarán. Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos” (vv. 2-4).
Otra cosa que me hace pensar en buscar al Señor en las mañanas es porque, así
como se dice que el desayuno es el alimento base para todo el día y el que no
debemos postergar. De igual manera alimentarnos espiritualmente con los albores
de la mañana, nos trae muchos beneficios. Si nuestro corazón está bien
posicionado en horas matutinas, puede estar más fuerte en horas donde el calor
es más fuerte e incluso resistir nubarrones y chubascos en el atardecer. “Y con
labios de júbilo te alabará mi boca, Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando
medite en ti en las vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro, Y así en
la sombra de tus alas me regocijaré” (vv. 5-7). Sí; que nuestro corazón se
inquiete de tal manera que lo deseemos con toda el alma. Que lo alabemos y
exaltemos así estemos en el desierto sofocante y seco.
Amado Señor: ¡Tú eres nuestro Dios! El Único, el
Verdadero y te deseamos intensamente para que vengas a calmar la sed de
nuestras almas. ¡Ven Señor Jesús! Calma nuestra sed en este desierto árido y
tormentoso. ¡Queremos ver tu gloria y contemplar tus maravillas! ¡Queremos
alabar tu Nombre y levantar las manos hacia Ti! ¡Eres Grande, Poderoso y
Majestuoso Dios eterno!
Un abrazo y bendiciones.
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