Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles: Tomen y coman; esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles: Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados.
Mateo 26: 26-28. NVI.
Lectura: Mateo 26:1-30. Versículos del día: Mateo 26:26-28.
MEDITACIÓN DIARIA
Yo sé que las predicaciones nos ayudan al crecimiento
espiritual, pero en el servicio dominical hay dos actos que me fascinan y
llenan a la vez: la alabanza y adoración que es como el preámbulo para ponernos
en tónica con el Señor y el momento de la Cena. Cuando he asistido a iglesias
donde solo se reparte la Cena cada mes, salgo con un vacío en mi corazón y siento
que algo profundo me falta. Y es que la Cena del Señor nos lleva primero que
todo a estar en paz con Dios, a reconciliarnos con todos y a recordar lo dicho
por el mismo Señor Jesús: "hagan esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Y
en Corintios el apóstol Pablo nos lo recuerda inclusive con un adendo: “Porque
cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor
hasta que él venga. Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa
del Señor de manera indigna será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre
del Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y
beber de la copa” (1 Corintios 11:26-28), y es Palabra de Dios que debemos
acatar.
Teniendo en cuenta la importancia de la Cena, sería
muy bueno que los pastores que dirigen tuvieran presente, el esperar que todos
los fieles tengan en sus manos la copa y el pan, para recordar en verdad lo
hecho por el Señor Jesús en la cruz del Calvario y que la congregación tenga el
tiempo suficiente para tomarla dignamente. Esta siempre ha sido mi apreciación
sobre el tema y en otros devocionales lo he plasmado igual. Mi deseo es que
entendamos el significado tan grande en la Cena del Señor.
Amado Señor Jesús: muchas gracias por haber entregado
tu cuerpo por nuestros pecados y tu sangre preciosa para el perdón de ellos.
Señor, nos has dado un regalo inmerecido; alabamos, adoramos y honramos tu
bendito Nombre por ese sacrificio hecho una sola vez y para siempre para
permitirnos llegar al Padre y restaurar la comunicación perdida. Haz Señor que
entendamos la divina gracia otorgada con tu muerte para llenarnos de tu
plenitud. ¡Gloria y Honor sean a Ti por los siglos de los siglos!
Un abrazo y bendiciones.
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