martes, 21 de agosto de 2018

¿Hasta cuándo dejaremos de murmurar contra Dios?


¿Hasta cuándo ha de murmurar contra mí esta perversa comunidad? Ya he escuchado cómo se quejan contra mí los israelitas. 
Números 14:27. NVI.

Lectura: Números 14:1-38.  Versículo del día: Números 14:27.

MEDITACIÓN DIARIA

El Señor le había ordenado a Moisés enviar un líder de cada tribu a inspeccionar la tierra que les iba a entregar. Al cabo de cuarenta días regresaron y efectivamente le dijeron a Moisés que allí abundaban la leche y la miel. Vieron que era un pueblo poderoso, con ciudades fortificadas e incluso con anaquitas que son gigantes y tuvieron miedo. Llevaron también un racimo de uvas que por su tamaño tuvo que necesitar de dos personas para cargarlo. Infortunadamente ellos a pesar de haber visto lo bueno de esa tierra, se fijaron más en lo malo y pusieron sus ojos en lo del mundo y no en lo de Dios y no quisieron ir a conquistarla. Solamente Caleb y Josué deseaban hacerlo; los demás se menguaron y le infundieron temor al pueblo con sus alarmas y poco entendimiento. Así Israel se rebeló y empezó a murmurar contra el Señor y a añorar el tiempo de la esclavitud en Egipto (Números 13:1-33).
Moisés, Aarón, Caleb y Josué quisieron hablarles y apaciguarlos, animándolos a subir a conquistar lo prometido, pero el pueblo en su euforia e ira, deseaba apedrearlos (vv. 1-10 en la lectura). “Entonces el Señor le dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos?” (v. 11). El Señor pensó en destruirlos, pero Moisés, su hombre de confianza, logró apaciguar su enojo y los perdonó, pero fue enfático en advertir que ninguno de los de esa generación entraría a la tierra prometida. Así que tuvieron que seguir errantes por el desierto por otros cuarenta años; hasta que murió el último de los que pecaron contra el Señor (vv. 20-38).
Como lección nos queda reflexionar sobre la cantidad de veces que, también habiendo visto su poder y gloria en nuestras vidas, nos dejamos convencer del enemigo que no se puede o no se hará lo prometido ¿Cuántas veces nos rebelamos también y peleamos contra nuestro buen Dios? Nos queda fácil criticar al pueblo de Israel, pero se nos olvida que somos exactamente iguales a ellos. ¿Hasta cuándo dejaremos de murmurar contra nuestro Dios? Muy seguramente por nuestra incredulidad, las promesas se retrasan porque no nos sometemos al plan de Dios, sino que queremos hacer las cosas a nuestra manera.

Amado Señor: gracias porque a través de tu Santo Espíritu nos enseñas que debemos ser fieles a Ti y tener la confianza necesaria para salir a vencer al enemigo y obtener la victoria Contigo. Gracias por las promesas que a diario nos das. Permite que aprendamos a obtenerlas basados en tu gracia llena de amor y misericordia para con nosotros. ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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