Entonces el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: ―Apártense de esta gente, para que yo la consuma de una vez por todas.
Números 16:20-21. NVI.
Lectura: Números 16:1-35. Versículos del día: Números 1620-21.
MEDITACIÓN DIARIA
Leyendo la ley del Antiguo Testamento, le doy gracias
infinitas a Dios por haberme permitido vivir bajo el periodo de la gracia y no
bajo la ley. Muy difícil cumplir la ley; era implacable y con una sola cosa que
se infringiera ya bastaba para llevarla por delante toda. “Porque el que cumple
con toda la ley, pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla
quebrantado toda” (Santiago 2:10). Una gracia derramada por Jesucristo con el
precio de su propia sangre. “Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha
manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los
profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos
los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están
privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados
gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (Romanos 3:21-24).
Cuesta entender esta verdad, pero así es. Nadie se
salva por la ley; lo único que vale es entender la gracia de Dios. Efesios nos
dice lo siguiente: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe;
esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para
que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9). ¡Qué regalo tan maravilloso nos ha dado
Dios! Fijémonos que no es por obras; no es porque hagas o dejes de hacer. Es
porque si volteas los ojos al Autor y Consumador de la fe, el Señor Jesucristo,
Dios tomará en cuenta este detalle y te abrirá las puertas del cielo de par en
par. ¡Sublime gracia nos es dada!
¡Decídete! Te invito a que empieces una vida nueva
bajo la gracia regalada por Dios mismo para ti, en la persona de Jesús de
Nazaret.
Señor Jesús: ya no quiero vivir mas haciendo las cosas
por mi propia cuenta. Acepto ese maravilloso regalo del Padre Celestial al
enviarte a Ti al mundo para cargar con toda mi culpa y llenarme de tu gracia
que es eterna. Toma mi vida Jesús; te la entrego para que hagas de mí la
persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme y limpiarme. ¡Bendito
eres Señor Jesús!
Un abrazo y bendiciones.
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