miércoles, 18 de abril de 2018

La profecía sobre el Rey de reyes


Mi hijo Judá es como un cachorro de león que se ha nutrido de la presa. Se tiende al acecho como león, como leona que nadie se atreve a molestar. El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos. 
Génesis 49:9-10 NVI.

Lectura: Génesis 49:1-28.  Versículos del día: Génesis 49:9-10.

MEDITACIÓN DIARIA

¡Cuántas veces pasamos por encima de versículos y no les ponemos la atención debida! Por lo menos a mí me sucede. Aunque a veces pienso: ‘si lo vi’. El caso creo más bien, que depende de la guía del Espíritu Santo quien desea recordarlo para permitirme escribir sobre el texto. Y digo esto porque al continuar con la lectura del Libro de Génesis en este capítulo donde Jacob antes de morir bendice a sus hijos, me impactó como él tantos años atrás profetizó sobre el Señor Jesús.
Recordemos que cuando se dividió el reino después de Salomón entre Israel y Judá, la tribu de Judá siguió gobernando hasta la deportación a Babilonia. Más tarde después de catorce generaciones nació Jesús, el hombre encarnado para venir a salvarnos viene directamente de la tribu de Judá. Dice el versículo 10 que el cetro no se apartaría hasta que llegara el verdadero rey y así se cumplió porque Jesús es el Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16). Nuestro Rey gobernará por siempre.
Dios permite todos estos sucesos para que confiemos en su Palabra y nos demos cuenta que la profecía se cumple. Muchos dicen que estamos en los últimos tiempos; me atrevería a pensar que los acontecimientos que estamos viviendo son parte de las señales dejadas por el Señor (Mateo 24), y por las profecías descritas en el Antiguo Testamento en Isaías (17) y Ezequiel (38). De todas maneras, vivamos como si el Señor viniera hoy mismo y preparémonos como si tardara en venir.

Amado Dios: gracias por mostrarnos la veracidad de tu Palabra. Enséñanos a ser dóciles a ella y estar siempre listos como para recibirte sin mancha y sin arruga alguna. ¡Te alabamos buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.

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