No te acuerdes de los pecados de rebeldía durante mi juventud. Acuérdate de mí a la luz de tu amor inagotable, porque tú eres misericordioso, oh Señor.
Salmo 25:7. NTV.
Lectura: Salmo 25:1-22. Versículo del día: Salmo 25:7.
MEDITACIÓN DIARIA
Este Salmo es una oración más del rey David al Señor. El
rey comienza el Salmo así: “Oh Señor, te entrego mi vida. ¡Confío en ti, mi Dios!” (vv. 1-2b). David tuvo muchos enemigos que querían matarlo
y solamente encontraba refugio y fortaleza en su Señor. Por eso vivía tan pegado
de Él. Sabía que si se soltaba era su perdición. Le dice: “Muéstrame la senda
correcta, oh Señor; señálame el camino que debo seguir. Guíame con tu verdad y
enséñame, porque tú eres el Dios que me salva. Todo el día pongo en ti mi
esperanza” (vv. 4-5). Y más tarde como adulto recuerda que fue rebelde en su juventud;
dice y reconoce el amor inagotable que le ha tenido Dios, porque confía en su
misericordia.
Exactamente es lo que debemos hacer diariamente:
dejarle al Señor nuestras aflicciones; Él se encarga de ellas. Mientras
nosotros tengamos puesta la mirada en el Hacedor, seguro que encontraremos como
David descanso, valor y protección. Muy seguramente cuando estemos viviendo
esas situaciones, recordaremos también lo que fuimos anteriormente y cómo el
Señor a pesar de ser como éramos, nos fue guardando de acuerdo a su propósito. Contemos
que los enemigos en general los tendremos; ni siquiera los buscamos, llegan
solos y en el momento menos esperado. Pero lo maravilloso es que Dios es quien
pelea por nosotros; las batallas las libra Él. Por eso hagamos lo que nos
corresponde y descansemos en quien es nuestra esperanza.
Amado Señor y Dios: Reconocemos que no somos nada si
no te tenemos a Ti. Gracias por venir a morar con nosotros y llevarnos de tu
mano por el camino correcto. Gracias porque aun desde la juventud siempre
estuviste mirándonos y guardándonos porque ya tenías diseñado tu propósito en
cada uno. Gracias igualmente buen Dios por aquellos que se dicen enemigos y ni
siquiera sabemos el porqué. Tú Señor, eres un Dios Grande, Justo, Poderoso y
Misericordioso. Nos lanzamos en tus brazos sabiendo que allí estaremos seguros
y venciendo. ¡Gloria a Ti Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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