viernes, 20 de enero de 2017

La rutina puede ser parte de nuestra adoración

Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad. 
Juan 4:23.

Lectura: Juan 4:1-26.  Versículo del día: Juan 4:23.

MEDITACIÓN DIARIA

En el pasaje de hoy, el Señor hablaba con una mujer samaritana, cosa que en esos tiempos estaba mal vista porque no había ninguna relación entre judíos y samaritanos (v. 9). Sin embargo el Señor con su infinito amor y bondad se acerca a esta mujer para atraerla hacia el reino y anunciarle el perdón de pecados y la salvación. La samaritana podría ser el ejemplo clásico de una persona en nuestros tiempos. Actualmente también el pecado es lo común y tal pareciera que lo que se hace es lo normal. Pero precisamente a eso vino Jesús, a rescatarnos del pecado y darnos agua de vida eterna (vv. 10-13).
Cuando ya esta mujer le acepta y le pide de su agua, el Señor le afirma que la hora en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad ya ha llegado (v. Así es: tan pronto como obtenemos el perdón de pecados al aceptar al Señor Jesús en nuestras vidas, tenemos el acceso al Padre y es nuestro deber rendirle adoración en espíritu y en verdad. Algo que aprendí del libro de Richard Foster cuando habla de la disciplina de la adoración, es que esta expresión de adoración en espíritu y en verdad,  “se enciende en nosotros solo cuando el Espíritu de Dios toca el espíritu humano”. Y más adelante Foster enseña que la vamos cultivando, cuando “Dejamos a un lado las demandas del día y nos llenamos de adoración interna a Dios. Trabajamos y jugamos y comemos y dormimos y, sin embargo, estamos oyendo, siempre oyendo, a nuestro Maestro”. Yo le decía al Señor comúnmente que le entregaba todas mis acciones del día; e incluso cocinando hablaba con Él haciéndole cómplice también de mis tareas, pero no sabía que estos actos implicaban adoración. ¡Qué bonito saberlo!
Así que he aprendido esto y es lo que más les deseo compartir, que rendirle culto a Dios y amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, radica en hacerlo partícipe absolutamente de todo lo nuestro y cotidiano. Aprenderlo y practicarlo dará una nueva visión, estrategia y significado a nuestra vida.

Amado Dios: Gracias por enseñarnos en cada nuevo día tareas maravillosas que redundan en alegría, bienestar y seguridad, dándole un sentido mayor a nuestra vida y sabiendo que verdaderamente estás ahí, adentro con nosotros, no solamente recibiendo estos como adoración sino complaciéndote y guiándonos también. Tómalo todo buen Dios: sentimientos, movimientos, pensamientos y esfuerzos; que todo sea para conversar Contigo, alabarte y adorarte como lo mereces. ¡Grande y maravilloso eses Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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