jueves, 12 de enero de 2017

Escuchemos su llamado

¿Acaso no está llamando la sabiduría? ¿No está elevando su voz la inteligencia? 
Proverbios 8:1.

Lectura: Proverbios 8:1-36.  Versículo del día: Proverbios 8:1.

MEDITACIÓN DIARIA

Leyendo y meditando este capítulo de Proverbios he aprendido varias cosas que deseo compartir sobre la sabiduría: la sabiduría ha existido desde siempre; fue establecida desde la eternidad y estuvo presente cuando Dios creó el universo (vv. 22-31). Y ahora está ahí para que la tomemos y no la desechemos porque quien la halla gozará de la prudencia, del conocimiento y la discreción. Son de ella el consejo, el entendimiento y el poder. Con ella están las riquezas, la honra, la prosperidad y los bienes duraderos. Su fruto es mejor que el oro fino y sobrepasa a la plata refinada. La sabiduría va por senderos de rectitud y de justicia, enriqueciendo a los que la aman (vv. 12-21).
Definitivamente necesitamos esta virtud porque sin ella no conseguiremos temer al Señor ni saber lo que desea de nosotros. “Y ahora, hijos míos, escúchenme: dichosos los que van por mis caminos. Atiendan a mi instrucción, y sean sabios; no la descuiden. Dichosos los que me escuchan y a mis puertas están atentos cada día, esperando a la entrada de mi casa” (vv. 32-34). Para terminar como conclusión, pongamos mucha atención a los últimos versículos: “En verdad, quien me encuentra, halla la vida y recibe el favor del Señor. Quien me rechaza, se perjudica a sí mismo; quien me aborrece, ama la muerte” (vv. 35-36). Atendamos a su llamado, es para toda la humanidad (v. 4), y analicemos bien todos los favores que recibimos cuando adquirimos sabiduría y si no la tenemos pidámosela a Dios, quien la dará abundantemente y sin menospreciar a nadie (Santiago 1:5).

Amado Señor: Quizá nos falta todavía mucha sabiduría y por eso recorremos el camino de tumbo en tumbo. Tú dices que si te la pedimos nos darás generosamente de ella; por favor Señor, la necesitamos con urgencia para no seguir con orgullo ni arrogancia sino para comportarnos de tal modo que demos testimonio verdadero como hijos tuyos que decimos ser. Queremos gozar de todo su fruto. ¡Te agradecemos tanta bondad que nos ofreces día a día! ¡Alabado seas buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.

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