¿Cómo es que me conoces? —le preguntó Natanael. —Pude verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara—contestó Jesús. Entonces Natanael exclamó: —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel!
Juan 1:48-49 NTV.
Lectura: Juan 1:43-51. Versículos del día: Juan 1:48-49.
MEDITACIÓN DIARIA
El apóstol Natanael, el
mismo Bartolomé. Personalmente me fascina el nombre de Natanael. Natanael era
su nombre en hebreo y al decirle su amigo Felipe que había encontrado a Jesús
de Nazaret, del que hablaron Moisés y los profetas, no creyó. Pues su
contestación fue: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?” (v. 46). Sin
embargo, cuando el Señor le dijo que lo había visto debajo de la higuera antes
de que Felipe lo encontrara, lo reconoció como el Hijo de Dios, el Rey de
Israel.
No tenemos que esperar
que sucedan hechos extraordinarios para creer en Jesús, el Hijo de Dios. Sin
embargo, la misericordia de Dios es tan grande, que Él lo permite para
atraernos a su reino. Tal como el Señor le respondió a Tomás después de su
resurrección: “Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que
no vieron, y sin embargo creyeron” (Juan 20:29 LBLA). Dichoso es doblemente
bienaventurado; doblemente feliz. Y si tú has creído en Jesús como el Mesías
prometido y le has entregado tu vida, eso eres. Eres bienaventurado. Oremos:
Señor Jesús:
gracias por permitirnos conocerte y saber que somos dichosos a pesar de dificultades
y tropiezos. Tu paz que sobrepasa todo entendimiento rebosa nuestros corazones
de gratitud y podemos continuar a pesar de que llegan tribulaciones. Lo hermoso
mi Señor es que, si no fuera por estas, no podríamos dar testimonio de Ti ni
exaltar Tu Nombre. Gracias, gracias; conocerte es la mejor experiencia vivida,
la que mayor satisfacción nos da y la que trae consigo la bendita esperanza de
un futuro por siempre a tu lado en la vida eterna. Gracias, muchas gracias
bendito Señor, Dios y Salvador nuestro. ¡Te amamos!
Un abrazo y bendiciones.
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