sábado, 20 de febrero de 2021

La indiferencia y el orgullo se perciben

Pídanle que me libre de caer en manos de los incrédulos que están en Judea, y que los hermanos de Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo. 

Romanos 15:31. NVI.


Lectura: Romanos 15:23-33.  Versículo del día: Romanos 15:31.


MEDITACIÓN DIARIA


El apóstol Pablo en su carta a los romanos, les avisa que piensa volver a visitarlos pronto cuando vaya rumbo a España. Pero que antes va a pasar por Jerusalén para llevarle una ayuda a los hermanos ya que Macedonia y Acaya hicieron la colecta para los pobres de Jerusalén. Les ruega que oren, no solamente por él, sino hay algo muy importante y coincide con mi inquietud que me ha venido trajinando la mente en estos días.

Esta parte del versículo: “y que los hermanos de Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo”, es la que me ha hecho pensar, porque con mucho amor, personas que conocemos, amamos y han compartido con nosotros, en ocasiones han ofrecido ayuda en nuestra Iglesia y la indiferencia se hace notar. Ni siquiera se da un agradecimiento así no se reciba nada, pero la acción de la otra persona es la que cuenta. Entonces, si poco interesa decir ‘gracias’, mucho menos recibir los alimentos. Es un mal generalizado; no solamente aquí. En una ocasión tuve la oportunidad en Colombia de llevar mercados a los miembros de una Congregación demasiado pobre en el sur de Bogotá y algunos feligreses teniendo tanta necesidad no lo recibieron solamente, porque el orgullo no los dejaba. Y bueno, hoy aprendí que desde los tiempos antiguos sucede lo mismo, ya que Pablo está pidiendo: “que los hermanos de Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo”. Siempre he creído que se necesita humildad tanto para dar como para recibir; y a modo de testimonio puedo decir que, a lo largo de mi vida cristiana, yo lo aprendí con golpes muy duros, porque infortunadamente era igual. Hermanos: no esperen recibir de ese modo la lección; es más difícil, les aseguro.

Esta es la enseñanza que deseo plasmar en mi devocional, para que entendamos que la ayuda viene directamente del Señor y no en sí del que nos la está ofreciendo. Es el mismo Dios quien ha puesto en el corazón hacer eso por los nuestros. Iglesia: ¿hasta dónde nos está matando la indiferencia arrastrada por el orgullo?


Amado Señor: te doy gracias porque sé que en toda situación estás presente. Señor, yo también fui esclava del orgullo, pero te doy gracias porque me has hecho entender que todo proviene de Ti. Del mismo modo te pido hoy por mis hermanos de la Congregación para que todo aquello que los aleja del buen fruto, sea cortado y apartado de sus vidas. Gracias por tener entre los fieles los que piensan en el prójimo y ofrecen su ayuda bien sea material o espiritual. ¡Te amamos Señor!


Un abrazo y bendiciones.

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