Pídanle que me libre de caer en manos de los incrédulos que están en Judea, y que los hermanos de Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo.
Romanos 15:31. NVI.
Lectura: Romanos 15:23-33. Versículo del día: Romanos 15:31.
MEDITACIÓN DIARIA
El apóstol Pablo en su
carta a los romanos, les avisa que piensa volver a visitarlos pronto cuando
vaya rumbo a España. Pero que antes va a pasar por Jerusalén para llevarle una
ayuda a los hermanos ya que Macedonia y Acaya hicieron la colecta para los
pobres de Jerusalén. Les ruega que oren, no solamente por él, sino hay algo muy
importante y coincide con mi inquietud que me ha venido trajinando la mente en
estos días.
Esta parte del versículo:
“y que los hermanos de Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo”, es la
que me ha hecho pensar, porque con mucho amor, personas que conocemos, amamos y
han compartido con nosotros, en ocasiones han ofrecido ayuda en nuestra Iglesia
y la indiferencia se hace notar. Ni siquiera se da un agradecimiento así no se
reciba nada, pero la acción de la otra persona es la que cuenta. Entonces, si poco
interesa decir ‘gracias’, mucho menos recibir los alimentos. Es un mal
generalizado; no solamente aquí. En una ocasión tuve la oportunidad en Colombia
de llevar mercados a los miembros de una Congregación demasiado pobre en el sur
de Bogotá y algunos feligreses teniendo tanta necesidad no lo recibieron solamente,
porque el orgullo no los dejaba. Y bueno, hoy aprendí que desde los tiempos
antiguos sucede lo mismo, ya que Pablo está pidiendo: “que los hermanos de
Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo”. Siempre he creído que se
necesita humildad tanto para dar como para recibir; y a modo de testimonio
puedo decir que, a lo largo de mi vida cristiana, yo lo aprendí con golpes muy
duros, porque infortunadamente era igual. Hermanos: no esperen recibir de ese
modo la lección; es más difícil, les aseguro.
Esta es la enseñanza que
deseo plasmar en mi devocional, para que entendamos que la ayuda viene
directamente del Señor y no en sí del que nos la está ofreciendo. Es el mismo
Dios quien ha puesto en el corazón hacer eso por los nuestros. Iglesia: ¿hasta
dónde nos está matando la indiferencia arrastrada por el orgullo?
Amado Señor: te doy
gracias porque sé que en toda situación estás presente. Señor, yo también fui
esclava del orgullo, pero te doy gracias porque me has hecho entender que todo
proviene de Ti. Del mismo modo te pido hoy por mis hermanos de la Congregación
para que todo aquello que los aleja del buen fruto, sea cortado y apartado de
sus vidas. Gracias por tener entre los fieles los que piensan en el prójimo y
ofrecen su ayuda bien sea material o espiritual. ¡Te amamos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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