Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios!
Romanos 14:10. NVI.
Lectura: Romanos
14:1-23. Versículo del día: Romanos 14:10.
MEDITACIÓN DIARIA
La lectura nos hace ver
que entre los hermanos se encuentran unos débiles en la fe, mientras otros son
fuertes. El caso es que por más maduros o fuertes que nos creamos, debemos por
amor al hermano edificarlo, no destruirlo. Puede haber diferencias entre lo que
se come, entre el modo de vestir, de llevar el cabello, de ponerse o no
ponerse, etc. El caso es que vivimos y morimos para el Señor; entonces no existe
el porqué para discutir. Tampoco nos corresponde juzgarlos porque no estamos de
acuerdo con sus pensamientos e ideas. Al final de cuentas sean los unos o los
otros, Dios es nuestro Juez y todos, tendremos que presentarnos ante Él.
Actuemos como nos lo
aconseja el apóstol Pablo: proponiéndonos no poner tropiezos ni obstáculos al
hermano. El reino de Dios es de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo y
por lo que aquí se discute son banalidades que no tienen fundamento alguno. “Por
lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua
edificación” (v. 19). En definitiva, también entra en juego el amor que
ofrezcamos, porque el amor no es egoísta y todo lo soporta (1 Corintios 13).
Amado Señor: te
damos gracias por tu Palabra que es verdad y siempre está al tanto de
enseñarnos y levantarnos como es tu deseo. Permite buen Señor que dejemos a un
lado toda crítica hacia nuestros hermanos por cuestiones triviales que lo único
que nos deja es alejarnos de la fe. Perdona toda falta de menosprecio y ataque
destructivo que hayamos cometido en las relaciones con los que has puesto a
nuestro lado. Gracias por hacernos entender que en esto también debe predominar
el amor fraternal. ¡Te amamos buen Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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