lunes, 25 de febrero de 2019

Reconoce al Dios de tu salvación


En aquel día buscará el hombre a su Hacedor; fijará la mirada en el Santo de Israel. 
Isaías 17:7. NVI.

Lectura: Isaías 17:4-14.  Versículo del día: Isaías 17:7.

MEDITACIÓN DIARIA

Leyendo esta profecía contra Damasco pienso, que bien puede ser para la humanidad actualmente. Los tiempos están tan difíciles que solamente nos resta buscar el rostro de nuestro Hacedor para poder continuar. El hombre ha buscado sus propios ídolos y a pesar de la obra redentora de Dios a través de su Hijo Jesucristo, se enfrasca en los que considera sus caminos y no lo busca a Él. “Porque te olvidaste del Dios de tu salvación; no te acordaste de la Roca de tu fortaleza” (v. 10a). La Roca que es el Señor Jesús ha sido olvidado. Supuestamente se cree en un ‘dios’, pero no en el Dios justo y soberano que vino a redimirnos. El mundo está en un caos y por más que queramos ser indiferentes a todos nos toca. “¡Ay del rugido de muchas naciones! ¡Braman como brama el mar! ¡Ay del clamor de los pueblos! ¡Su estruendo es como el de aguas caudalosas!” (v. 12).
En otra parte la Palabra nos afirma: “Porque él dice: En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé. Les digo que este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!” (2 Corintios 6:2). No podemos desechar tan sublime regalo. Hay que abrir los ojos y el entendimiento y aceptar lo que Jesús vino a hacer por ti y por mí. Él es el único camino para llegar al Padre; no existe otro. Jesús murió en una cruz y allí se llevó todo el peso de nuestro pecado. Pero, ¡Gloria a Dios que se levantó!, para derrotar al enemigo y darnos vida eterna. Hoy, es el día de salvación para ti. Si escuchas hoy su voz, no endurezcas el corazón (Hebreos 3:15). Es Palabra de Dios. Reconoce a Jesús en tu vida y dile así:

Señor Jesucristo: te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados; estoy arrepentido y deseo que vengas a morar en el trono de mi corazón. Hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme y limpiarme; gracias por justificarme ante Dios Padre y darme ahora la vida eterna Contigo. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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