Pero Rut respondió: —¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti! Porque iré adonde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.
Rut 1:16. NVI.
Lectura: Rut 1:1-22.
Versículo del día: Rut 1:16.
MEDITACIÓN DIARIA
Siempre me ha fascinado el Libro de Rut; es uno de mis
predilectos. Considero que tiene mucha enseñanza para la relación suegra-nuera;
más ahora que está de moda hacer chistes alusivos y de mal gusto hacia las suegras.
En la lectura vemos como primero Nohemí, su esposo Elimélec, y sus dos hijos, Majlón
y Quilión, de Belén de Judá, tienen de partir hacia Moab porque había hambre en
Israel. Aparentemente no fue un cambio de bendición para Nohemí porque allí en
esa tierra murieron su esposo y sus hijos. Ellos estaban casados con Orfa y con
Rut. Al encontrarse en esa situación Nohemí resuelve volver a Belén y les da
libertad a sus nueras para que regresen a sus casas paternas respectivas. Orfa acepta,
pero Rut no lo hace, le responde con mucho énfasis y sabiduría sobre lo que
quiere y sigue con su suegra hasta Belén. Me impresiona ver como la mano del
Señor siempre está encima de sus escogidos. Mencioné que aparentemente no fue
tiempo de bendición para Nohemí porque Dios, que mueve sus fichas
magistralmente permite más adelante que, de Rut, una moabita que nada tenía que
ver con Israel, sea la ascendencia de Jesús, nuestro Salvador.
Esto nos enseña cómo se cumple exactamente Romanos 8:28:
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes
lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”. Dios ha ido preparando
todo el camino de cada uno de nosotros con anterioridad. No es casualidad, por
ejemplo, que ahora con mi esposo nos encontremos viviendo en USA. Nada de lo
que nos pasa podemos llamarlo casual. En su bendita agenda todo lo nuestro está
programado. Dios tenía un propósito con la ida de Nohemí y su familia para Moab.
Ya había fijado los ojos en Rut y siguió adelante con su plan de redención. ¡Aleluya!
Mi Dios y Señor: hay tantas cosas que nos ocurren y
que todavía no les encontramos respuesta dentro de nuestra naturaleza humana.
Abre nuestros ojos y entendimiento a través de tu Santo Espíritu, para que
podamos ver y comprender el propósito tuyo en nuestras vidas, en donde nos has
puesto. ¡Gracias, muchas gracias bendito Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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