Tú me hiciste con tus propias manos; tú me diste forma.
Job 10:8a.
Lectura: Job
10:8-12. Versículo del día: Job 10:8a.
MEDITACIÓN DIARIA
Leyendo este capítulo
de Job recuerdo como empieza un bebé a formarse en el vientre de la madre.
Ahora las ecografías se toman desde muy temprano del embarazo y entiendo que a
pesar de lo diminuto de ese nuevo ser, es emocionante escuchar el tic-tac del
corazoncito de esa nueva personita. “Recuerda que tú me modelaste, como al
barro”; ¿No fuiste tú quien me derramó como leche, quien me hizo cuajar como
queso? Fuiste tú quien me vistió de carne y piel, quien me tejió con huesos y
tendones (vv. 9, 10-11).
Somos desde el mismo
momento de la gestación, la obra perfecta de sus manos. Estoy convencida que
los computadores se crearon siguiendo el modelo de la maquinaria humana, con la
gran diferencia que son invención del hombre y el hombre invención de Dios. Ver
una obra tan maravillosa y entender que ese corazoncito que empieza a funcionar
continuará así por muchos años es cautivante y a la vez emocionante. Dios nos
hizo como modelo perfecto desde el vientre,
ya que poco a poco su leche se derrama hasta cuajarse como el queso.
Saber que fue el Señor quien nos vistió de carne y piel y quien nos entre-tejió
con huesos y tendones nos hace gritar de alegría por el Dios maravilloso que
tenemos. Yo recuerdo cuando nació Juanita que aun tan pequeñita toda ella era
perfecta físicamente y es imposible en esos momentos no alzar los ojos y darle
gracias a nuestro incomparable Creador y Diseñador. Somos la obra majestuosa de
Dios.
Amado Señor: Como todo bebecito
engendrado y como Juanita, todos hemos sido concebidos de forma igual. Tú nos
diste vida. Nos favoreciste con tu amor y tus cuidados año tras año, día tras
día, segundo tras segundo dándonos aliento de vida a cada instante. ¡Eres
Grande, Poderoso y Sabio buen Dios! ¡Nadie podrá nunca copiar tu obra
majestuosa del ser humano! ¡Gracias Señor porque somos tu creación perfecta!
Un abrazo y
bendiciones.
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