sábado, 11 de febrero de 2017

Sacrificio de labios que confiesan tu Nombre

La carreta llegó hasta el campo de Josué de Bet Semes, donde había una gran piedra, y allí se detuvo. Entonces la gente del pueblo usó la madera de la carreta como leña, y ofreció las vacas en holocausto al Señor.  Los levitas que habían descargado la carreta pusieron el arca del Señor sobre la gran piedra, junto con la caja que contenía las figuras de oro. Aquel día los habitantes de Bet Semes ofrecieron holocaustos y sacrificios al Señor. 
1 Samuel 6:14-15.

Lectura: 1 Samuel 6:1-21.  Versículos del día: 1 Samuel 6:14-15.

MEDITACIÓN DIARIA

En una guerra en que los israelitas enfrentaron a los filisteos, fueron derrotados y el arca de Dios capturada (1 Samuel 4:10-11); así que el arca resultó en territorio filisteo en la población de Asdot, y luego en la de Gat y por último en la ciudad de Ecrón, pero el Señor descargó su mano sobre estas poblaciones y los azotó con tumores; esto desató pánico entre sus habitantes porque los que no murieron fueron golpeados con estos tumores. Entonces los jefes filisteos resolvieron devolverla a su ciudad de origen (1 Samuel 5:1-12). Bajo estas circunstancias, resolvieron mirar el modo de regresarla a su lugar, y siguiendo las direcciones de los sacerdotes y adivinos mandaron a construir una carreta nueva y pusieron el arca del Señor dentro de la carreta. Junto al arca colocaron una caja con  figuras de tumor y de ratas en oro como ofrenda al Señor. La carreta fue tirada por dos vacas que estaban criando pero sin sus crías y la dejaron ir sola. La carreta tomó la dirección hacia Bet Semes, ciudad de Israel, lo cual les confirmó que sí había sido el Señor el causante de su daño. Los jefes de los filisteos se fueron detrás de la carreta y observaron la alegría de los israelitas quienes usaron la madera de la carreta como leña y las vacas en holocausto al Señor. Colocaron el arca sobre una gran piedra que fue el sitio en donde paró la carrera  (vv. 3-16).
Hago todo este recuento porque muchas cosas que el pueblo de Israel hacía para el Señor eran motivo de burla y de enojo para otros pueblos y el Señor les demostró a los filisteos que con Él no se juega, hasta el punto de hacerles devolver el arca a su sitio. En nuestro tiempo, considero que pasa algo similar con los no cristianos: muchas de nuestras actuaciones como la alabanza, la oración, el deseo de compartir, aun del servicio, lo ven como fanatismo y no como parte del radicalismo que poseemos. Para el pueblo de Israel era importante ofrecer sacrificios de animales; esto agradaba al Señor, lógico. Para el pueblo cristiano que es el de Dios ahora, es igual de importante ofrecer sacrificios de alabanza y adoración: “Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15). Como es el fruto de labios que confiesan su nombre, por lo general, al hombre caído le fastidia esta actitud y no la entienden. Recordemos que para el hombre natural son locura (1 Corintios 2:14), pero nosotros seguimos haciendo lo que sabemos nos corresponde.

Amado Señor: Gracias por estar siempre apoyándonos con tu Santo Espíritu y aunque seamos censurados por los que creen conocerte y tachados de fanáticos, Tú conoces lo que hay en cada corazón y eres quien juzgas a los tuyos. Te alabo Señor y te bendigo por ser mi Dios dador de todo lo que soy y de todo lo que tengo.

Un abrazo y bendiciones.

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