Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado.
Salmo 100:3.
Lectura: Salmo
100:1-5. Versículo del día: Salmo 100:3.
MEDITACIÓN DIARIA
El Señor es Dios y Él
nos hizo: “A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el
barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano” (Isaías 64:8). Nosotros le
pertenecemos. Somos las ovejas que pastorea y que lleva a descansar a verdes
prados. Esa intimidad con Dios Padre solamente se puede lograr cuando por medio
de Jesucristo nos convertimos en sus hijos (Juan 1:12). De ahí la importancia
de aceptar a Jesús en nuestras vidas porque al tomar esa decisión: “El Espíritu
mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16), y
entonces empieza a brotar del corazón, cantos de alabanza y gratitud al
Creador. Él es digno de adoración; es bueno y su gran amor es eterno. Su fidelidad va de
generación en generación (vv. 4-5 en la lectura).
Si fuéramos conscientes
de lo que significa ser hijos del Altísimo, muy seguramente nuestro
comportamiento sería diferente. Es que nuestro Papito Dios, es el Padre más
amoroso, más benigno, más misericordioso y más perdonador. Esta verdad no la
alcanzamos a comprender naturalmente. Yo creo que es por obra del Espíritu
Santo que en cada uno de los creyentes en Cristo, se arraiga en el corazón de
manera sobrenatural.
Empecemos desde aquí en
la tierra a regocijarnos con la alabanza, porque en el cielo nos uniremos a la
multitud de ángeles y de santos que postrados adoran al Rey celestial.
¡Vengan y adoremos al
Gran Yo Soy! ¡Cantémosle himnos de alabanza y gratitud! ¡Eres digno de toda
honra por los siglos de los siglos! ¡Gloria por siempre a tu Nombre! ¡Exaltado
seas sobre cielos y tierra! ¡Tu creación entera se postra ante Ti!
Un abrazo y
bendiciones.
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