Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo.
Juan 19:38. NVI.
Lectura: Juan
19:38-42. Versículo del día: Juan 19:38.
MEDITACIÓN DIARIA
Toda esta parte del
capítulo nos habla de la crucifixión y muerte del Señor Jesucristo (Juan
19:17-37), pero nos vamos a centrar solamente en la lectura del día. Tanto José
de Arimatea como Nicodemo eran discípulos de Jesús, pero en secreto. Sin embargo,
en su muerte y sepultura estuvieron presentes. José era un hombre influyente,
miembro del Sanedrín; siguió a Jesús en secreto por miedo a ser expulsado de la
Sinagoga por las autoridades religiosas. Sin embargo, usó toda su influencia
para pedirle a Pilato el cuerpo del Señor. Nicodemo era un líder religioso
judío, de los fariseos; respetado maestro quien busca a Jesús de noche para no
ser visto. Llama la atención por qué
estos hombres que en vida de Jesús se escondieron de los suyos, en su sepultura
estuvieron ahí, listos para embalsamar al Señor con mirra y aloe llevada por
Nicodemo (nos recuerda a María cuando ungió a Jesús con nardo puro, Juan
12:1-3). Ellos tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con las
especias aromáticas para darle sepultura según la costumbre judía (vs. 39-40).
Tanto el uno como el otro, tuvieron su parte en el cumplimiento de las
Escrituras.
Ahora nosotros, los
cristianos somos el aroma para Dios: “Y nosotros somos ese suave aroma que
Cristo ofrece a Dios. Somos como un perfume que da vida a los que creen en
Cristo” (2 Corintios 2:15 TLA). Esparzamos ese olor fragante por donde quiera
que vayamos para dar testimonio de lo que somos en Cristo Jesús.
Amado Señor Jesús:
no fue en vano tu muerte y sepultura. Por ella, tenemos el perdón de pecados.
Muchas gracias por tanto amor demostrado a la humanidad con tu pasión y muerte.
Enséñanos a vivir para Ti y dar gloria a tu Nombre. Que en verdad divulguemos
ese aroma que nos hace diferentes al resto, especialmente ofreciendo el mismo
amor que nos tuviste. Gracias, muchas gracias bendito Señor Jesús, Dios
Salvador y Redentor. ¡Te amamos!
Un abrazo y bendiciones.
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