Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella. Dijo: —¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos.
Lucas 19:41-42. NVI.
Lectura: Lucas
19:41-48. Versículos del día: Lucas
19:41-42.
MEDITACIÓN DIARIA
“Pero, cuando venga el
Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en
Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”
(Hechos 1:8 NVI). De acuerdo a este versículo, hace ya muchos años, en mis iniciales
pasos como cristiana, me enseñaron que mi primera Jerusalén era lo más cercano;
tal vez, la familia, después los vecinos y así sucesivamente hasta llegar con
el mensaje bien lejos. Claro, no existían las redes sociales ni el internet.
Ahora, no tenemos excusa porque la comunicación llega a la velocidad mínima.
Pero bueno; esto era un preámbulo porque el punto mío va a que tomemos esa
Jerusalén por la que el Señor lloro, de manera personal. O sea, para ti
directamente. El Señor también quiere decirte: “—¡Cómo quisiera que hoy
supieras lo que te puede traer paz!”. Y así no lo creas, también Jesús llora por
ti; le duele verte sufrir, y le duele sobremanera, que Tú no aproveches este
tiempo de salvación: “porque no reconociste el tiempo en que Dios vino a
salvarte” (v. 44b. en la lectura). No hagas más larga la espera. El Señor vino
por ti hace dos mil años y ahora quiere que le abras tu corazón, tu Jerusalén y
entres a convivir con Él. Si te parece, te invito a orarle así:
Señor Jesús:
gracias por buscarme y venir hasta mí para salvarme. Gracias porque me amas. Yo
te necesito; toma mi vida, te la entrego para que seas mi Señor y Salvador. Hazme
la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme, limpiarme de todo
pecado y darme una nueva vida Contigo. Gracias porque me das la paz Tuya que
sobrepasa todo entendimiento. Amén.
Un abrazo y bendiciones.
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