jueves, 17 de septiembre de 2009

El señor, el gran Pastor

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre

Salmo 23:1-3.

Lectura diaria: Salmo 23:1-6. Versículo del día: Salmo 23:3.

ENSEÑANZA

El Señor, es el gran Pastor y como pastor hace con nosotros exactamente lo mismo que cualquier hombre pastoril en el campo. Las ovejas necesitan constante vigilancia y protección. Deben dormir en un corral cerrado, llamado redil. En el día, son llevadas por el pastor al campo en busca de pasto y agua. Tiene que defenderlas de las fieras, protegerlas del mal tiempo, buscar las descarriadas y sanar a las enfermas. Las ovejas sin pastor están expuestas a perecer. Por lo general, el pastor es el mismo dueño de sus ovejas, pero cuando su rebaño se crece, apela en busca de ayuda y se las confía a sus empleados. Este tiene que responder por ellas ante su amo de forma detallada. Dios en su magnífica sabiduría, nos ha dejado el mejor de los ejemplos en sentido figurado, para entender el cuidado de las almas aquí en la tierra. Exactamente, la labor pastoril del hombre de campo, es la encargada a los bien llamados pastores de hombres (¡qué responsabilidad tan colosal!). Sin embargo, resulta que nosotros tenemos una diferencia con las ovejitas que son animales; Poseemos al gran Pastor, al dueño de todos los rediles. Dios por excelencia, es el Pastor del pueblo de Israel; más adelante, su misión es cumplida por Jesús y no espera la diligencia de sus subalternos para hacernos entender cuán importantes somos para Él. Si el pastor comisionado no está alerta, Él mismo se encarga de conducirnos a verdes pastos, para darnos alimento y hacernos descansar; Nos da a beber del agua de su manantial (el Espíritu Santo), porque conoce nuestros afanes y carreras. Sabe que estamos sedientos y sin su ayuda no podemos proseguir (Él es nuestro ayudador). Tiene su vara lista para espantar al enemigo, así nos hallamos ido por lugares tenebrosos. Si caemos heridos, su mano misericordiosa está lista para sanarnos y levantarnos nuevamente. Es difícil ante tanta dedicación no entender su gran amor y bondad hacia nosotros; en realidad no la merecemos. ¡Jesucristo sigue siendo el gran Pastor de las almas de los cristianos, déjate apacentar por Él!

Un abrazo y bendiciones.

Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia

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