lunes, 7 de febrero de 2022

Eres el Único Dios Santo y Verdadero

Los discípulos fueron a despertarlo. —¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar! 

Mateo 8:25. NVI.


Lectura: Mateo 8:23-27.  Versículo del día: Mateo 8:25.


MEDITACIÓN DIARIA


Después de bajar del monte, el Señor hizo una serie de milagros; luego subió a la barca y se fue con sus discípulos. Estaban navegando cuando de pronto se desató una tormenta muy fuerte y las olas entraban a la barca. El Señor estaba dormido y sus discípulos fueron a despertarlo muy asustados pidiéndole a gritos que los salvara porque se iban a ahogar. El Señor les dice: “—Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo” (vs. 26-27). Ellos se quedaron asombrados de ver que el viento y las olas le obedecían y se preguntaban ¿qué clase de hombre sería?

Muy seguramente has vivido o escuchado de circunstancias parecidas y de verdad, igual que a sus discípulos la fe ha fallado; tan poco confiamos en Dios que nos cuesta creer que nuestro Dios es un Dios de milagros y grandes proezas. Incluso nos pasa, que en ocasiones anteriores hemos visto su mano sanadora en nosotros y por cosas aún más pequeñas dudamos y nos asustamos. Quizá también el Señor nos tiene que decir: ¿por qué es tan poca tu fe? No podemos creer que el Señor hizo estos milagros solamente estando en su ministerio. Ahora es exactamente igual y continúa regalándonos cada día multitud de milagros que a veces ni los percibimos.

Sería bueno antes de ir a la cama, hacer un repaso del día y poder detallar cada momento vivido para entender cuán grande ha sido su amor y misericordia hacia nosotros.


Señor Jesús: solamente el hecho de levantarme cada mañana y respirar ya es un milagro. Puedo caminar, ver, palpar, degustar, etc. Tengo un lecho en donde dormir y una casa para vivir. Todo esto es bondad Tuya. ¡Cuántas veces has puesto Tu mano sanadora en mi cuerpo! ¡Cuántas otras has multiplicado la alacena! Señor, no permitas que entre la duda a mi corazón. Tú Eres el Dios que sanes, que provees, que calmas vientos y tempestades. Definitivamente Eres el Único Dios Santo y Verdadero. ¡Te amo mi buen Señor!


Un abrazo y bendiciones.   

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