Toda buena dádiva y toda perfecta bendición descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y quien no cambia ni se mueve como las sombras. Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros frutos de su creación.
Santiago 1:17-18. NVI.
Lectura:
Santiago 1:16-25. Versículos del día:
Santiago 1:17-18.
MEDITACIÓN
DIARIA
Desde
la semana anterior, el Señor me ha estado mostrando mi ingratitud, Todo se
remonta al día en que supe el diagnóstico exacto sobre mi cáncer de seno y lo expreso
ahora, porque en ese tiempo, mi oncólogo me dijo: hay una buena noticia, tu
cáncer está encapsulado, lo que yo tomé como dentro de lo normal porque así me
lo hizo ver mi especialista, pero no fue así, y eso es lo que quiero aclarar
ahora después de dieciséis años, porque no le quiero robar la gloria al Señor.
Los primeros exámenes demostraban que todo mi seno estaba infectado, incluso
los bordes y cuando el médico me habló, mi cáncer estaba encapsulado. Ahora es
que me pregunto: ¿qué pasó entonces? Esta es la respuesta acertada: “Toda buena
dádiva y toda perfecta bendición descienden de lo alto, donde está el Padre”. Dios
es la fuente única de bondad. Las cosas buenas no provienen de la casualidad ni
de los deseos humanos, vienen directamente de Dios. Así es; no puedo robarle la
gloria al Señor y decir como en ese entonces: “fue una buena casualidad”; no,
de ninguna manera. No solamente yo, sino toda mi familia, hermanos en la fe y
amistades, le estaban orando al Señor y clamando por mi vida; entonces, fue
exactamente su respuesta. Hoy le doy toda la honra y gloria al único Dios Santo
y Poderoso que por su infinita misericordia puso su mano sanadora en mi cuerpo.
¡Dios es la fuente de toda bondad para nosotros! ¡Gloria al Señor!
Mi
buen amado Jesús: antes de todo, te pido perdón por no haber reconocido en ese
tiempo lo que Tú hiciste por mí. Hoy, aunque tarde, quiero darte las gracias
porque fue por tu inmensa bondad que permitiste que mi cáncer no se extendiera
y fuera más fácil todo procedimiento. Señor, yo sí sabía que Tú me habías
curado de esa enfermedad, pero no había tenido en cuenta los pormenores de lo
que habías realizado. Gracias porque fuiste Tú, quien, al dejarlo en esa cápsula
protectora, hiciste que parara ahí y no se propagara por mi cuerpo. Mi buen
Señor no tengo cómo darte las gracias por tanto amor que me has ofrecido. Hoy
quiero que todos los que estén leyendo este devocional, sepan que fuiste Tú en
todo y por todo, el artífice de mi sanidad. ¡La gloria sea para Ti mi buen
médico sanador! Para Ti no hay imposibles. ¡Te amo mi Señor y Dios! Muchas,
muchas gracias, bendito Jesús.
Un abrazo y bendiciones.
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