¿Soy acaso Dios solo de cerca? ¿No soy Dios también de lejos? —afirma el Señor—. ¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo? —afirma el Señor—. ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra? —afirma el Señor—.
Jeremías 23:23-24. NVI.
Lectura: Jeremías
23:19-27. Versículos del día: Jeremías
23:23-24.
MEDITACIÓN DIARIA
Si el Señor sabe todo lo
nuestro, es inútil tratar de escondernos de Él. Miremos: “Mis trajines y
descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares”; “¿A dónde podría
alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?” (Salmo 139:3 y
7). Así que busquémosle y no nos alejemos o escondamos. Podemos acercarnos en
el momento y sitio que queramos, convencidos de que el Señor nos escucha. Él no
es sordo y tampoco deja de trabajar por los suyos (Juan 5:17). Y si no nos parece
su contestación, tampoco dudemos; en su infinita sabiduría, bien sabe el Señor
lo que hace; puede parecernos mal en su momento, pero al final entenderemos su
obra (Juan 13:7).
Amado Señor:
muchas gracias por estar atento a escucharme. Tú como buen Papito estás
pendiente de tus hijos. A veces no logro entender lo que me dices o revelas,
pero al final siempre me doy cuenta de que tenías toda la razón. Gracias por conocerme
tanto y por amarme aún mucho más. Tú, Majestuoso Rey del universo que has
puesto tu mirada en mí sin merecerlo, estás listo a tenderme tu mano poderosa. Tu
amor es tan inmenso y tan incomprensible para la mente humana, que por eso muchas
veces no logro comprenderlo. Quiero seguir a tu lado sin desviarme. ¡Te necesito
mi Señor! ¡Ven pronto en mi ayuda! Hoy te entrego esa cirugía de la boca; no te
lo niego, estoy nerviosa, pero sé que estarás no solamente a mi lado acompañándome,
sino que también estarás dirigiendo las manos y mente del médico en todo su
quehacer. ¿A quién tengo yo en los cielos, sino a Ti? Gracias, muchas gracias,
mi buen Señor. ¡Te amo!
Un abrazo y bendiciones.
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