lunes, 4 de octubre de 2010

Aprender a esperar en el Señor

Pero tú, espera en el Señor, y vive según su voluntad, que él te exaltará para que heredes la tierra.
Salmo 37:34.


Lectura diaria: Salmo 37:32-40. Versículo del día: Salmo 37:34.


ENSEÑANZA


No es fácil entender el propósito de Dios con nosotros. La mayoría de las veces en situaciones adversas nos cuestionamos más con un ¿por qué? Que un ¿para qué? ¿Cuántas veces no interrumpimos la obra del Señor, queriéndole ayudar porque somos impacientes? El rey David nos recomienda en el texto de estudio: “Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia” (v. 7). Es bien cierto que no somos moneditas de oro para caerles bien a todos, y menos que seamos aceptados cuando deseamos hacer lo correcto, ya que nos encontramos en medio de una humanidad caída que lo único que busca es ensanchar su propio egoísmo. Nos previene la misma Palabra aquí en este salmo (vv. 32-33): “Los malvados acechan a los justos con la intención de matarlos, pero el Señor no los dejará caer en sus manos ni permitirá que los condenen en el juicio”. Todas las circunstancias difíciles de afrontar en el fondo tienen un propósito y como hijos de Dios debemos someternos a su voluntad, sabiendo que ésta es buena, agradable y perfecta. Nunca el Señor desea lo malo para nosotros, al revés, va moviendo sus fichas de tal manera que al final podamos ganar la partida y entender el plan que nos tenía guardado. Dios permita, que así veamos el panorama oscuro, podamos aprender a esperar en su fidelidad para regocijarnos luego en sus proezas, porque los justos: “en él ponen su confianza” (v.40).


Un abrazo y bendiciones.

domingo, 3 de octubre de 2010

El matrimonio sin mancilla

Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales.
Hebreos 13:4.


Lectura diaria: Efesios 5:22-33. Versículo de estudio: Hebreos 13:4.


ENSEÑANZA


Cuando el Señor instituyó el vínculo del matrimonio en Génesis 2:24, lo hizo con el propósito de que el hombre no estuviera solo, que encontrara una verdadera ayuda idónea, que lo acompañara para el resto de sus días. Esta institución la corrobora el mismo Señor Jesús en Mateo 19:5-6 donde además aclara que lo unido por Él, el hombre no debe deshacerlo. Desafortunadamente no siempre se logra este objetivo por diferentes razones, aunque el ideal sería acatar lo deseado por Dios y que fuera para toda una vida. Es difícil y más en los tiempos actuales donde todo es permisivo lograr tener una relación estable. La inmoralidad sexual ronda desde los años juveniles e incluso diría sin ni siquiera haber terminado los de la infancia. La misma tecnología avanzada con televisión por cable que no respeta horarios ni edades y el internet donde los niños y jóvenes lo manejan a la perfección, ha permitido que las nuevas generaciones tengan un concepto ambiguo de la sexualidad. A parte de ello, no nos digamos mentiras, la indiferencia del hombre hacia Dios o la idea tradicional de “peco, confieso y empato” ha llevado también a los adultos a considerar el matrimonio como un evento social nada más, donde “si me aburro, me divorcio”. No se tiene el empuje y celo de antaño por conservar lo que verdaderamente Dios unió. Considero que una de las causales para llegar a estos extremos es no saber lo que Dios espera tanto de un hombre como de una mujer (Ef. 5:22-25). Dios manda a la mujer un sometimiento y al hombre, amor. Tanto el uno como el otro son inobjetables. No quiere decir esto, que la mujer tiene que estar subyugada a su marido, al contrario, si éste la ama con el amor que Dios le ordena, para ella será un gusto sentirse protegida y al mismo tiempo compartir sus decisiones. Desafortunadamente el hombre no entiende cuál sometimiento es el referido por el Señor, y si la grita, la maltrata y la hiere no se da cuenta que está maltratando a su propio cuerpo (Ef. 5:28). El matrimonio no es de 50 y 50; es de 100 y 100. Ambos dar lo máximo para alcanzar la estabilidad conyugal. Cuando las normas establecidas por el Creador se cumplen, no hay por qué buscar por fuera lo que podría traer consecuencias funestas: “El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz, y la disciplina es el camino a la vida”; “Pero al que comete adulterio le faltan sesos; el que asía actúa se destruye a sí mismo. No sacará más que golpes y vergüenzas, y no podrá borrar su oprobio” (Pr. 6:23 y 32). Si como padres queremos ver a nuestros hijos felices y estables emocionalmente, tenemos que empezar a darles ejemplo. Para esto, la única y verdadera solución está en Cristo Jesús. Hagamos de nuestro matrimonio, un matrimonio Cristo-céntrico dónde sea el Señor quien dirija todas las áreas de la vida familiar. Que ellos vean en los padres una forma de vida muy distinta a la que el mundo les ofrece, inculcándoles una estima alta al vínculo del matrimonio y a la fidelidad conyugal.


Un abrazo y bendiciones.

sábado, 2 de octubre de 2010

El temor del Señor

Vengan, hijos míos, y escúchenme, que voy a enseñarles el temor del Señor.
Salmo 34:11.


Lectura diaria: Salmo 34:11-22. Versículo del día: Salmo 34:11.


ENSEÑANZA


El temor de Dios es el respeto filial que todos debemos brindarle, tanto seres humanos como toda la tierra (Sal. 33:8). Dice el salmista que el quiera amar la vida y gozar de felicidad, debe aprender sobre el temor de Dios, porque es esto lo que espera de parte nuestra. Encierra este temor unas costumbres de rutina, tales como aprender a refrenar la lengua: “que refrene su lengua” (Sal. 34:13); recordemos que con la lengua se hace tanto el bien como el mal, podemos bendecir y también maldecir. “Que se aparte del mal y haga el bien” (Sal. 34:14), nuestro proceder debe ser siempre el de bendecir al prójimo, conviviendo con el bien: «Se hace el bien, no en la medida de lo que se dice o se hace, sino en la medida de lo que se es, en la medida en que Jesús vive en nosotros» (Carlos de Foucauld). Muy cierto, si tenemos al Señor en nuestra vida nuestra esencia misma de cristianos nos inclina a hacer el bien continuamente. Y algo muy importante: buscar la paz y seguirla (Sal. 34:14b). Por eso, si hay sospecha sobre lo que nos esté perturbando consecutivamente, y nos frene no dejándonos vivir tranquilos, debemos cortar sanamente con esa situación, de manera que sintamos la paz de Dios y podamos desempeñarnos en lo cotidiano sin ninguna carga. Los que temen a Dios son el pueblo de Dios. Los cristianos somos su pueblo y por lo tanto debemos ser los que le adoramos y le seguimos con temor reverente y reconocimiento de su majestad y poder. Ese temor es el que nos permite tener valor para dominar el temor que viene de los contratiempos e inclusive el de la muerte. Como hijos de Dios, bridémosle el temor que como Padre, Señor y Rey se merece.


Un abrazo y bendiciones.


viernes, 1 de octubre de 2010

Dichoso el que entiende el arrepentimiento

Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad.
Salmo 32: 1-2.


Lectura diaria: Salmo 32:1-11. Versículos del día: Salmo 32:1-2.


ENSEÑANZA


Cuando tenemos algo que nos inquieta contra otra persona, debemos hablar para liberarnos de esa carga. Igualmente sucede en el ámbito espiritual, si sabemos que hemos pecado, debemos presentarnos ante el Señor y confesarle el pecado cometido, porque Él prometió perdonarnos y librarnos de ese yugo (1Jn. 1:9). No sacamos nada con guardar las transgresiones porque la conciencia nos va consumiendo (vv. 3-4). Al igual que el rey David cuando cayó, tenemos que manifestarle a Dios nuestra culpa. Si queremos que sus bendiciones no paren, debemos aprender y poner por obra esta acción. El Señor que es fiel y justo no solamente nos perdonará sino que seguirá guardándonos y velando por nuestras vidas, mostrándonos el camino que debemos seguir, hasta terminar la buena obra que empezó en cada uno. Es importante entender que el pecado no le agrada a Dios y que por consiguiente la ofensa es máxima, así no lo consideremos nosotros. Dios es santo y en Él no cabe el pecado por eso la actitud debe ser lo más humilde y sincera de arrepentimiento genuino y veraz. Nada sacamos con hacerlo teniendo en mente volver a hacer lo mismo en la primera ocasión “porque para eso está el perdón”, no. Con Dios no funciona la frase de “peco, confieso y empato”. Dios conoce el corazón y a Él no se le puede engañar. Aprendamos de este Salmo de David, a presentarnos ante el Señor, despojados de toda iniquidad y maldad, con verdadera contrición de corazón de tal manera que lo hecho nos afiance en el propósito de no volver a reincidir en el pecado. Gracias Señor porque nos podemos acercar a ti, sabiendo que tu nunca nos deshechas y que amas al pecador arrepentido.


Un abrazo y bendiciones.



¿Cuál forma de idolatría está reemplazando a Dios?

  ¿Por qué provocan mi enojo quemando incienso a ídolos que ustedes han hecho aquí en Egipto? Lo único que lograrán es destruirse y hacerse ...