En su angustia clamaron al Señor y él los salvó de sus aflicciones. Envió su palabra para sanarlos y así los libró de la fosa. ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! ¡Que ofrezcan sacrificios de gratitud y jubilosos proclamen sus obras!”. Salmo 107:19-22. NVI.
MEDITACIÓN DIARIA
Mi Señor, solo quiero ofrecerte sacrificios de gratitud y jubilosa proclamar tu obra en mí. Gracias, muchas gracias mi Señor.
Tengo
mis devocionales recopilados en mi blog y me devolví hacia agosto de 2012,
cuando tuve pancreatitis y fue la primera y tal vez única vez que no los escribí
a diario. Tomaré hoy, después de trece años, mi texto no solo como por
recordarlo, sino también para una vez más darle gracias al Señor por su
infinito amor, al haberme levantado cuando muchos, entre médicos y familiares
ya no daban nada por mi vida. Tanto el cáncer que me diagnosticaron en el 2008
como esa pancreatitis, sucedieron en agosto y por los mismos días. Pero bueno, hoy
le doy infinitas gracias al Señor porque me sanó y me libró de la fosa. Lo que
les voy a retrasmitir es del 30 de agosto de 2012. Este fue mi devocional:
Asumiendo en algo su dolor
“Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la
misma actitud”. 1 Pedro 4:1a.
Lectura diaria: 1 Pedro 4:1-13. Versículo principal: 1 Pedro 4:1a.
REFLEXIÓN
Trataré de escribir un devocional, con base en lo sucedido con mi vida en
estos últimos quince días.
Estando nuevamente en casita y analizando todo lo que me sucedió, considero
que todavía no sé exactamente el propósito del Señor conmigo. De lo
que estoy bien segura es de algo que siempre he dicho: Dios no deja que me
falten los problemas por el infinito amor que me tiene. Creo que si
no es de esta manera no podría estar continuamente pegada a mi Señor (bueno,
por lo menos tengo bastante material para escribir un libro que Dios mediante
haré).
Cuando cantando u orando le decimos al Señor: “Toma mi vida, glorifícate en
ella”, no sabemos exactamente lo que Él puede hacer; lo cierto es que, en mi
caso, pasé un trago bien amargo. De antemano, gracias a todos
ustedes por sus oraciones; las sentí porque me fortalecieron en momentos de
angustia y soledad.
Si Cristo sufrió en su cuerpo por mí, ¿qué me puede hacer pensar que yo no
pueda en algo asumir también algún dolor? Y ni siquiera como los de
su tamaño, pero en nuestra ansiedad y debilidad, resultamos clamando igual:
“Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi
voluntad sino la tuya” (Lucas 22:42). Lo cierto es que, a pesar de
la agonía, siempre supe que su nube protectora estuvo conmigo durante el día y
su columna de fuego en la noche me resguardaba.
Cuando el médico cirujano habló con mi hijo, le contaba que ya iba a
proceder a abrirme completamente porque no se había podido extraer la vesícula
y sus palabras textuales fueron: “Las manos de Dios estaban
ahí”. Esto me llenó de un gozo tremendo: no lo decía yo, ni mi hijo,
ni ninguno de mis familiares, lo reconocía exactamente mi médico. ¡Dios
lo bendiga doctor Villamizar!
Señor: gracias porque por fe confieso, proclamo y declaro
que vendrán sobre mi vida tiempos de sosiego, reposando en verdes prados, junto
a aguas claras, limpias y mansas. Gracias porque tu amor me seguirá
sosteniendo por donde quiera que pase y tu pondrás mis lágrimas en tu redoma de
manera que entienda una vez más, que me has librado nuevamente de la muerte.
Un
abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario