Más bien deberían decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.Santiago 4:15.
Lectura diaria: Santiago
4:13-17. Versículo principal: Santiago
4:15.
REFLEXIÓN
Se está acostumbrado a vivir tan egocéntricamente, que
solo se piensa en el “yo”: “yo hago”, “yo voy”, “yo digo”, “yo primero”, yo,
yo, y siempre yo. Ese mismo egocentrismo
nos hace creer que somos los dueños absolutos de todo: “mi esposo”, “mis hijos”,
“mi casa”, “mi carro”, “mi tiempo”, “mis días”, “mi vida”, etc. etc. Se nos
olvida que la vida no es más que un suspiro y en fracción de segundos puede
quedar ahí. Es tan frágil, que solamente
pende de un hilo, el cual en el momento menos esperado podría romperse. Muy bueno lograr éxitos y escalar
profesionalmente, pero es Dios quien pone tanto el querer como el hacer para
que se cumpla su voluntad (Filipenses 2:13).
Causa satisfacción inmensa cuando vemos que los deseos se nos cumplen,
que prosperamos, que salimos avante en las situaciones difíciles; pero no
debemos olvidar que en todo esto, está la mano poderosa de Dios moviéndose en
nuestras vidas: “No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y
de la fuerza de mis manos”. Recuerda al
Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza”
(Deuteronomio 8:17-18).
El apóstol Santiago nos hace un
llamado para que reflexionemos: “¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por
un momento y luego se desvanece” (v. 14).
Hacemos planes y nos trazamos metas; nos vanagloriamos fácilmente y
sacamos ínfulas que no nos corresponden, porque nada lograríamos si no fuese
por el Señor. Incluso, en ocasiones nos
adelantamos a Dios y no esperamos su voluntad, para después tener que
retroceder y tomar el camino por el que Él quería que nos desplazáramos y no
por el que creímos conveniente. Es Él
quien se encarga de mover las fichas a su antojo para nuestro bien.
Como cristianos nacidos de nuevo
debemos recordar que lo que hicimos al recibir al Señor Jesucristo en nuestras
vidas, fue precisamente destronar ese “yo”, para darle paso al “Rey Jesús”. Es Él quien está sentado en el trono,
dirigiendo todas nuestras acciones y conduciéndonos por el mejor camino; por
esa misma razón, debemos tenerlo siempre presente porque “ya no vivo yo sino
que Cristo vive en mí” (Gálatas 2.20).
Amado Señor: Perdónanos por las
veces que te hemos desplazado, olvidándonos que nuestra vida y futuro te
pertenecen. Hoy queremos que vuelvas a reinar y te sientes
en el trono de nuestras vidas, para que seas tú conduciéndonos por la senda de
acuerdo a tu santa voluntad. Enséñanos a
vivir sabiendo que eres el dueño absoluto de nuestros días y que el mañana está
en tus manos.
Un abrazo y bendiciones.
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