Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud.1 Pedro 4:1a.
Lectura diaria: 1 Pedro 4:1-13.
Versículo principal: 1 Pedro 4:1a.
REFLEXIÓN
Trataré de escribir un
devocional, con base en lo sucedido con mi vida en estos últimos quince días.
Estando nuevamente en casita y
analizando todo lo que me sucedió, considero que todavía no sé exactamente el
propósito del Señor conmigo. De lo que
estoy bien segura es de algo que siempre he dicho: Dios no deja que me falten
los problemas por el infinito amor que me tiene. Creo que si no es de esta manera no podría
estar continuamente pegada a mi Señor (bueno, por lo menos tengo bastante material
para escribir un libro que Dios mediante haré).
Cuando cantando u orando le
decimos al Señor: “Toma mi vida, glorifícate en ella”, no sabemos exactamente
lo que Él puede hacer; lo cierto es que en mi caso, pasé un trago bien amargo. De antemano, gracias a todos ustedes por sus
oraciones; las sentí porque me fortalecieron en momentos de angustia y
soledad.
Si Cristo sufrió en su cuerpo por
mí, ¿qué me puede hacer pensar que yo no pueda en algo asumir también algún
dolor? Y ni siquiera como los de su
tamaño, pero en nuestra ansiedad y debilidad, resultamos clamando igual: “Padre,
si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad
sino la tuya” (Lucas 22:42). Lo cierto
es que a pesar de la agonía, siempre supe que su nube protectora estuvo conmigo
durante el día y su columna de fuego en la noche me resguardaba.
Cuando el médico cirujano habló
con mi hijo, le contaba que ya iba a proceder a abrirme completamente cuando se
había podido extraer la vesícula y sus palabras textuales fueron: “Las manos de
Dios estaban ahí”. Esto me llenó de un
gozo tremendo: no lo decía yo, ni mi hijo, ni ninguno de mis familiares, lo
reconocía exactamente mi médico. ¡Dios
lo bendiga doctor Villamizar!
Señor: gracias porque por fe confieso,
proclamo y declaro que vendrán sobre mi vida tiempos de sosiego, reposando en
verdes prados, junto a aguas claras, limpias y mansas. Gracias porque tu amor me seguirá sosteniendo
por donde quiera que pase y tu pondrás mis lágrimas en tu redoma de manera que
entienda una vez más, que me has librado nuevamente de la muerte.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario