–¡Está –bien, iré contigo! –Dijo Débora–. Pero, por la manera en que vas a encarar este asunto, la gloria no será tuya, ya que el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer.Jueces 4:9.
Lectura diaria: Jueces
4:1-24. Versículo principal: Jueces 4:9.
RFLEXIÓN
De vez en cuando hablo con un
señor que está plenamente convencido del papel que desempeñan las mujeres en el
mundo. Según él: las mujeres somos más
hábiles y fuertes que los hombres y no nos dejamos comprar tan fácilmente;
además dice: “y cuando tienen que ponerle el toque femenino saben cómo hacerlo”.
Contrario a lo que muchos
piensan, Dios siempre nos ha tenido en cuenta y aquí en el relato lo vemos: Puesto
que los cananeos habían oprimido fuertemente a los israelitas Dios levantó en tiempos de los jueces a Barac como uno de
ellos al lado de Débora, la mujer profetisa que gobernaba a Israel (v. 4). Sísara
era el jefe del ejército de los cananeos con los cuales se iban a enfrentar (v.
2). El Señor le ordenó a Débora que le
dijera a Barac: “Ve y reúne en el monte Tabor a diez mil hombres de la tribu de
Neftalí y de la tribu de Zabulón. Yo
atraeré a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y sus tropas,
hasta el arroyo Quisón. Allí lo
entregaré en tus manos” (vv. 6-7). Barac
para ir, condicionó a Débora que lo acompañara y ésta, le hace saber que la
gloria entonces, no será de él sino de una mujer. No solamente Dios utilizó a Débora en la
misión sino que después del combate, Sísara al verse perdido, había huido y se
encontró en la carpa de Jael, otra mujer que lo hizo seguir a reposar y
mientras estaba descansando lo mató (vv. 17-21). El versículo 23 dice: “Aquel día Dios humilló
en presencia de los israelitas a Jabín rey cananeo”.
Si no hubiese sido por la
entereza de Débora y la habilidad de Jael el pueblo de Israel no habría
obtenido esa victoria. Más adelante en
su canto, exclama Débora: “¡Yo Débora, me levanté como una madre en Israel!”
(Jueces 5:7b). No solamente se levantó
fuertemente sino que como mujer deja entrever su amor y ternura por su pueblo
como si fuera su propia madre. Como profetisa,
tenía la misión de exhortar, enseñar y animar a los que se acercaban a su tribunal
bajo la palmera de su nombre (v. 5). A
los que acudían, les ayudaba a resolver sus disputas; y tal parece que lo hacía
muy bien, porque ante todo, sabía escuchar la voz de Dios.
Esta mujer nos permite
reflexionar a nosotras las mujeres y saber que en cualquier ministerio que
tengamos, empezando por el de nuestros hogares, siempre vamos a tener el
respaldo del Señor. Somos nosotras por la naturaleza que poseemos, las
encargadas de levantarnos por difícil que sea la situación y enfrentar los
retos, sin dejar de manifestar la docilidad, bondad y afecto entrañable que nos caracteriza,
para transmitirlo a quienes están pasando por la turbulencia.
Amado Señor: Gracias porque
hiciste a la mujer con atributos especiales.
No solamente nos has dotado de fortaleza y valentía sino que además nos
has llenado de tu bondad, misericordia y ternura. Enséñanos a cumplir tu voluntad y a hacer
brillar tu luz frente a los que recurren en nuestra ayuda.
Un abrazo y bendiciones.
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