jueves, 9 de agosto de 2012

Dios escucha al arrepentido


“Al sentir que se me iba la vida, me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo. 

Jonás 2:7.

Lectura diaria: Jonás 2:1-10.  Versículo principal: Jonás 2:7.

REFLEXIÓN

Jonás fue enviado por Dios para advertirle al pueblo de Nínive que se arrepintiera.  Huye en dirección contraria desobedeciendo la orden y tuvo que afrontar sus consecuencias: fue arrojado al mar y un pez grande se lo tragó.  Allí estuvo por tres días y tres noches en su vientre.  Dentro del vientre del pez, en medio de su angustia, clamó al Señor y el Señor le respondió (v. 2).  Hace un recuento de lo sucedido y dice: “Las aguas me llegaban hasta el cuello, lo profundo del océano me envolvía” (v. 5).  “Pero tú, Señor, Dios mío, me rescataste de la fosa” (v. 6).  El Señor permitió que permaneciera en el vientre del pez y en ese lapso comprendió su falta y al sentir que se le iba la vida, volteó los ojos al que todo lo puede y el Señor le respondió.
¡Cualquier parecido con lo que vivimos a diario!  En muchas ocasiones por la desobediencia misma nuestra, nos vemos abocados a problemas por los cuales no quisiéramos tener que pasar.  Sin embargo llegan; y cuando ya no tenemos alternativa humana posible,  viramos los ojos al Señor como última alternativa.  Lo sublime y majestuoso es que a pesar de ser como somos, desobedientes y tercos, el Señor nos mira compasivo y extiende su mano para sacarnos también de la fosa y permitirnos volver a coger el rumbo correcto.  ¡Ese es su amor!  ¡Esa es su misericordia!  Dios no ama el pecado que habita en el hombre, pero sí ama al pecador; y cuando éste se arrepiente jamás lo deja devolver con las manos vacías; responde y ¡de qué manera!  “En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!
No permitamos que Satanás siga zarandeando nuestras vidas con crisis de salud, financiera o emocional.  Hagamos un alto y presentémonos humildemente ante nuestro Dios y Señor.  Reconozcamos nuestras faltas y pidamos perdón por ellas; al corazón contrito y humillado no lo desprecia el Señor.  Por más que se haya pecado Él está ahí, atento, esperando precisamente ese momento.

Amado Señor: Venimos ante ti como Jonás; sabiendo de tu inmensa bondad y misericordia ponemos a tus píes las cargas las cargas que estamos afrontando.  Señor, reconocemos que no somos nada y que tu dispones todas las cosas sin intervención nuestra porque eres un Dios soberano.  ¡Llega a los corazones abatidos y suplicantes que tanto necesitan hoy de ti!

Un abrazo y bendiciones.   

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