martes, 15 de junio de 2010

La convicción ni se compra ni se vende

-¡He pecado! -Admitió Saúl- . He quebrantado el mandato del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso.
1ª. Samuel 15:24.


Lectura diaria: 1ª. Samuel 15: 1-30. Versículo del día: 1ª. Samuel 15:24.

ENSEÑANZA

En esta lectura encontré dos aspectos importantes: una, como ocurre en muchas ocasiones, nos dejamos envolver por los demás, y resultamos haciendo lo que menos nos gusta o con lo que no estamos de acuerdo. A veces por falta de convicción o por pena, o simple y llanamente porque nos toca, nos vamos de la mano con aquellos que no tienen nada que ver con nuestras convicciones y de ese modo resultamos metidos en la “vaca-loca” y con cargo de conciencia. “Busca la verdad y no la vendas” (Pr. 23:23). O ¿cuántas veces sabemos que debemos cumplir de manera exacta lo mandado, pero creyendo hacer lo mejor, cambiamos las instrucciones? Creo que con frecuencia nos sucede, porque quizá como en el caso del rey Saúl, el ego se interpone y nos convencemos de ser más osados e inteligentes de lo que en realidad somos y actuamos a nuestra manera. Olvidamos fácilmente el obedecer, y miremos lo que nos dice Dios al respecto: “El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de los carneros” (1 S. 15:22). De pronto te dices: “pero mis sacrificios a Dios no son de matar bueyes o corderos, eso era en tiempos antiguos”, sin embargo, yo te digo que si por ejemplo crees que te sacrificas ofreciendo ir a un monte alto descalzo o de rodillas sólo por cumplir una promesa, pero llegas a tu casa y vuelves a los mismos gritos e irrespetos, o a tu vieja manera de llevar la vida (adulterio, tragos, etc.), estás cometiendo el mismo pecado de Saúl. Dios nos enseña que la obediencia está por encima de los sacrificios. Desafortunadamente en Latinoamérica tenemos la idea falsa de “peco-confieso-y empato”. Si pecamos si debemos confesarle a Dios ese pecado y pedirle perdón por el cometerlo. Este es el segundo punto que es necesario aprender, pues en ninguna parte se nos relata que el rey haya pedido perdón a Dios; sí reconoció su pecado pero no se arrepintió ni pidió perdón y como consecuencia de estos actos perdió el reinado. Es muy, pero muy importante cuando caemos, levantarnos nuevamente pero ya con la aprobación del Señor, sabiendo que si confesamos los pecados Él nos perdonará y limpiará de toda maldad (1 Jn. 1:9), lo cual no quiere decir que lo cojamos como costumbre y sin el menor sentido de contrición y propósito de no volver a hacerlo. En conclusión la enseñanza es aprender a obedecer tal como nos lo mandan y por otro lado no permitir que el pecado haga cama en nuestro corazón. Propongámonos a practicar diariamente, la instrucción dejada en este devocional.

Un abrazo y bendiciones.

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