lunes, 14 de junio de 2010

Edificación del hogar

Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.
Salmo 127:1.


Lectura diaria: Salmo 127:1-127:4. Versículo del día: Salmo 127:1.

ENSEÑANZA

El constructor de nuestro hogar debe ser el Señor. Si Él no está en medio del matrimonio uniendo los lazos entre padres e hijos y a su vez entre hermanos, ¿cómo puede sostenerse? No voy a decir que no existen hogares bien cimentados aunque no sean cristianos; al contrario para vergüenza del pueblo creyente hay muchos hogares que nos dan un gran ejemplo a los llamados cristianos. Sin embargo, estoy convencida que en ellos, siempre ha existido un temor reverente por Dios; además las costumbres y tradiciones al respecto, juegan un papel importante en lograr este objetivo. Sea de un modo u otro, siempre se tendrá a Dios como lo básico y el hogar se levantará sobre cimientos de respeto, cordialidad, tolerancia y especialmente amor. “En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástago de olivo” (128:3). A lo largo de la Biblia se utiliza la figura de la vid y del olivo, para indicar abundancia y riqueza por lo prodigioso de sus frutos. Recordemos que proverbios 31:12 nos dice con respecto de la mujer, que es ella quien le es fuente de bien y no de mal todos los días de su vida. Se le compara con la vid, creo yo, porque es capaz de convertir en dulzura y deleite todo lo que se presente como agrio y fuerte. Ella es la encargada de recoger y no de esparcir. Por otro lado, el olivo puede crecer lentamente pero dura por siglos y en su tronco que es nudoso, grueso, retorcido y corto se desprenden numerosas ramas. Igual puede suceder con nuestros hijos; su crecimiento espiritual puede ser lento, puede que ni lo percibamos, pero al final será duradero porque de todas maneras cuando se instruye al niño en el camino de Dios, en su edad adulta recordará estos principios y no se apartarán nunca de su corazón. Permitamos que sea el Señor quien empiece a gobernar en medio de nuestros hogares no importa la edificación que tengamos; la casa física se puede derribar: un terremoto, un vandalismo o simplemente una injusticia social la puede tumbar. “De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas”. (2 Co. 5:1), pero la construcción espiritual y moral nadie podrá arrancarla; y para lograr el edificio celestial, tenemos que empezar a construir desde aquí; por eso es importante edificar sobre la roca, sobre los cimientos de Dios (Mt. 7:24-27) y dejarle a nuestros hijos el mejor legado: adoración y temor reverente a Dios.

Un abrazo y bendiciones.

Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia.

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