jueves, 3 de junio de 2010

Disponernos a escucharle

-Ve y acuéstate-le dijo Elí-. Si alguien vuelve a llamarte, dile: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.
1ª. Samuel 3:9.


Lectura diaria: 1ª. Samuel 3:1-14. Versículo del día: 1ª. Samuel 3:9.

ENSEÑANZA

Creo que con el Señor pasa algo similar a lo cotidiano: estamos acostumbrados a hablar tanto, que poca atención le ponemos a nuestros interlocutores. Tenemos el mal hábito de no saber escuchar, y esto también nos sucede con Dios. Nos volvemos necios, cuando cerramos los oídos. No solamente necios sino egoístas, pues es como si poco nos importaran las palabras del otro. Tenemos que aprender a escuchar más y hablar menos. Con relación al Señor, si hablamos y hablamos como loros, ¿en qué momento vamos a permitirle a Él que nos instruya? Dios quiere que le hablemos a Él en la oración y por supuesto nos contesta con su Palabra; de ahí la importancia del devocional diario, es una conversación plena con nuestro Amado Señor. Quizá cuando estamos comenzando la vida cristiana nos pase igual que a Samuel, no entendemos su método y esto nos confunde. Sin embargo, cuando el corazón está dispuesto a escucharle, podemos decirle también: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. ¿Por qué no le ponemos atención? Puede ser porque no queremos comprometernos con Él; o porque hemos hablado tanto que ya estamos cansados y para escuchar no queda tiempo; o porque nos parece que sus palabras no van a ser las que esperamos oír; o tal vez, consideramos que es mejor hacer las cosas a nuestro modo; o simplemente y llanamente porque no queremos obedecer. Jeremías 7:23 dice: “Obedézcanme. Así yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. Condúzcanse conforme a todo lo que yo les ordene, a fin de que les vaya bien”. La versión Reina Valera es más contundente: “Mas esto les mandé diciendo: Escuchad mi voz”. Dicen que es de sabios escuchar y de necios el hablar. Dispongamos nuestro corazón para escuchar la voz de Dios. “Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón” (Sal. 95:7-8). De pronto el Señor te está haciendo un llamado para que le sirvas en su obra como en aquella ocasión lo hizo con Samuel. Simplemente disponte y dile: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Un abrazo y bendiciones.

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