lunes, 5 de noviembre de 2012

Mi casa para el Señor



Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.  
 Josué 24:15.


Lectura diaria: Josué 24:13-28.  Versículo principal: Josué 24:15.

REFLEXIÓN

Creo que no hay bendición tan grande como ver una casa donde todos unánimemente adoran al Rey del cielo.  Es muy bonito encontrar un hogar lleno de la plenitud del Espíritu Santo, orando y alabando al Señor.  La verdad, estos hogares no se ven tan frecuentes, cuando debería ser lo contrario si en realidad somos cristianos; pero no siempre todos los miembros del hogar lo son, o no todos están siempre dispuestos en su corazón para orar o recibir una porción de la Palabra. 
Además, los tiempos van cambiando; cada miembro de la familia va adquiriendo su propio camino y comienza a romperse la coyuntura que antes ataba fuertemente.  ¡Qué tristeza!  Digo triste, porque ya el orar se va perdiendo; las charlas entre unos y otros ya no se dan como en lapsos antiguos y pareciera como que las llamas que avivaron otros días, se han ido extinguiendo y el calor ya no es el mismo.  El tiempo va pasando y cada cual va formando su propio terruño. Quedan el ejemplo y las enseñanzas dadas para continuar el legado con los que nos siguen. 
¡Pero no todo es triste!  Llegan las épocas bonitas: el aniversario, los cumpleaños, la Navidad, el fin de año y es tiempo de reunirnos con los seres queridos y volver a las tradiciones familiares que en otras épocas nos llenaron de placer y jolgorio.  Entonces, tiene que salir a relucir aquello que sembramos y aun más fuerte, porque la madurez ya ha alcanzado por lo general a quienes que se fueron siendo más jóvenes.  El Señor será el motivo especial en esas reuniones, será el invitado de honor que dé nuevamente regocijo y paz a la cuna en que nos levantamos.  Su presencia estará viva y activa manifestando su amor e imprimiendo la importancia de esas reuniones familiares.
Es ahí, cuando podemos mirar retrospectivamente y entender que no fue en vano el trabajo y la decisión de entregarle nuestra casa a Dios. “Aunque todos los pueblos anden cada uno en nombre de su dios, nosotros andaremos en el nombre del Señor nuestro Dios para siempre” (Miqueas 4:5. Versión La Nueva Biblia de los Hispanos 2005).  
Ahora cuando la mujer ha tomado tanta relevancia en el mundo actual, también es el momento propicio para levantarnos como guerreras en nuestro hogar e imitar la resolución de Josué diciendo: “Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor”.  Esta soga nunca se romperá.

Amado Dios: Permite que nuestros hogares se llenen de tu presencia, sea o no ocasión de celebrar.  Que tú seas el centro de nuestras relaciones familiares y todo lo hagamos para honrar tu Nombre.

Un abrazo y bendiciones.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La integridad no depende de las circunstancias



Sean mi protección la integridad y la rectitud, porque en ti he puesto mi esperanza.  
 Salmo 25:21.


Lectura diaria: Salmo 25:1-22.  Versículo principal: Salmo 25:21.

REFLEXIÓN                                            

En la medida en que seamos íntegros ante el Señor, podemos andar con más tranquilidad porque sabemos que estamos haciendo las cosas bien.  Y si aún caminando rectamente no se dan de acuerdo a nuestros anhelos y deseos, no importa porque tenemos una esperanza mayor.
Nuestra rectitud puede tomar nuevas fuerzas en medio de la aridez.  ¿Cuántas veces no ha retoñado nuevamente aquel palo seco y sin ramas de un rosal abandonado? En el jardín de mi madre lo observé: cuando ya se pensaba en botarlo  por rastrojo, volvía a tomar forma y por obra de Dios, amanecía un pequeño verdor en su tallo, como diciendo: ¡aquí estoy; floreceré de nuevo!  No se necesita estar sembrados en medio de valles que resaltan por su verdor; aprendemos a conducirnos mejor y valorar lo que tenemos en medio de las dificultades que se nos presentan.  Así como poca gracia tiene el que ama al que siempre le hace el bien, tampoco se puede esperar algo diferente de integridad ante el Señor, de aquella persona que todo le marcha sobre ruedas.  Lo que vale es amar al enemigo, como el seguir en rectitud a pesar de los desiertos áridos por los que tenemos que transcurrir.  Esto es vivir en integridad y entereza ante el Señor; porque así como el rosal florecerá mostrando todo su esplendor, nosotros también resplandeceremos en el glorioso día que nos espera, cuando el Señor venga y nos lleve con Él: “porque en ti he puesto mi esperanza”.
Nuestra integridad no depende de las circunstancias, porque: “Aunque la higuera no dé renuevos ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aún así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios mi libertador!”  (Habacuc 3:17-18).  A pesar de…, nuestro comportamiento debe brillar en honestidad, decencia y moralidad.

Señor: Enséñanos a no depender de las circunstancias para alabar y bendecir tu nombre.  Queremos ser íntegros ante ti, para que ese sea el baluarte de tu protección cuando lleguen las aflicciones.   

Un abrazo y bendiciones.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Él me invitó a su banquete



Dispones ante mi un banquete en presencia de mis enemigos.  Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar.  
 Salmo 23:5.


Lectura diaria: Salmo 23:1-6.  Versículo principal: Salmo 23:5.

REFLEXIÓN

Somos los primeros invitados a su banquete y cuando tenemos invitados a una cena en nuestra casa organizamos la mesa de manera especial; la adornamos con lujo de detalles para que los invitados se sientan honrados y queridos.  De igual manera lo hace Papá Dios: adereza una mesa para los suyos; con lujo de detalles la va preparando para hacernos sentir cómodos y a gusto porque somos sus hijos.  Pone su mesa a nuestra disposición "has llenado mi copa a rebosar",  queriendo satisfacer toda necesidad: “Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento” (Isaías 61: 3)  No solamente nos prepara el banquete sino que además de eso quiere presentarnos con orgullo, bien vestidos (con lino fino y resplandeciente), y oliendo a rico.   Entonces,  nos unge con su perfume, con la unción del Santo Espíritu para que seamos llenos de Él y podamos  como dignos hijos suyos llevar fruto que permanezca para siempre y enaltecer su Nombre: “Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria” (Isaías 61:3b).
Presentémonos ante esta mesa con corazón agradecido por sus bondades; por la cantidad de detalles con los que somos homenajeados aun sin merecerlo: “Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian” (Salmo 31:19).

Sí, Señor nuestro: ¡Qué maravilloso es tu amor!  Rebaza todo conocimiento; ni siquiera podemos comprenderlo porque no tiene límites ni cuantía alguna.  Solamente sabemos que está ahí, servido en la mesa y dispuesto para todo aquel que quiera acercarse a disfrutar de tu banquete.

Un abrazo y bendiciones.    

viernes, 2 de noviembre de 2012

Promesa para nuestros hijos



Derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos, y brotarán como hierba en un prado, como sauces junto a un arroyo.  
 Isaías 44:3c-4.


Lectura diaria: Isaías 44:1-5.  Versículos principales: Isaías 44:3c-4.

REFLEXIÓN

Los padres y en especial las madres, creo yo, sentimos mucha carga por nuestros hijitos.  Cavilamos de pensamiento en pensamiento para tratar de saber qué será de ellos en un futuro próximo o lejano. Nos preguntamos cómo serán sus relaciones sentimentales y si llegaren a casarse cómo actuarán.  Son muchas las preguntas que se nos vienen a la mente y nos inquietamos por esas cavilaciones que no son más que eso, simples especulaciones que nos quieren atormentar. He aprendido a descansar en el Señor llevando cautivo a Él todo pensamiento que me llega y a declarar victoria sobre ellos.
Ahora bien, en esta lucha no me encuentro sola; al contrario tengo un respaldo fuerte en Dios y su Palabra que me lo confirma constantemente a través de sus promesas; y las del devocional de hoy es una de ellas. “Uno dirá: ‘Pertenezco al Señor’; otro llevará el nombre de Jacob, y otro escribirá en su mano: ‘Yo soy del Señor’, y tomará para sí el nombre del Señor” (v.5).  Llegará el momento en que así los veremos.
Entonces, lo que nos corresponde es tenerlos continuamente en oración y descansar en el Señor una vez se los hallamos entregado.  El Señor es fiel y sabe exactamente cuando será el tiempo propicio para tocar sus corazones y voltearlos hacia Él.  La oración debe ser constante así ellos estén en el camino del Señor: sean niños, jóvenes, adultos o viejos; siempre debemos tenerlos junto con el cónyuge en primer plano en nuestras devociones diarias.  Los invito a practicar esta sugerencia; nos da tranquilidad y a la vez nos anima a aprender a reposar en los brazos de quien quiere lo mejor para sus hijos

Amado Señor: Gracias por tus promesas que son fieles y verdaderas.  Gracias porque  nuestros hijitos están en tus manos y sabemos que Tú nunca nos fallas y así no lo veamos, los tienes guardados para ti.     

Un abrazo y bendiciones.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Hay que hacerle saber nuestros deseos



Que el Señor te responda cuando estés angustiado… Que te conceda lo que tu corazón desea, que haga que se cumplan todos tus planes.  
 Salmo 20:1a y 4.


Lectura diaria: Salmo 20:1-9.  Versículos principales: Salmo 20:1a y 4.

REFLEXIÓN

Cuando anhelamos un viaje, una casa o alguna otra cosa material, lo expresamos y se lo hacemos saber a nuestros padres o a nuestro esposo.  De igual modo tenemos que ser con Dios que es nuestro Padre celestial.  Como Dios que es, lógicamente que lo sabe de antemano, pero Él quiere escuchar todo lo que hay en el corazón y esto le agrada, porque lo que más le cautiva es que le tengamos confianza y podamos no solamente contarle los problemas que nos aquejan, sino que también le hagamos saber todos nuestros gustos, anhelos y planes.  Jesús nos anima a hacerlo: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.  Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Mateo 5:7-8).  Hay que pedirle al Padre con la certeza de que recibiremos lo que le hayamos pedido.
Muy seguramente como humanos que somos, no podemos hacer mucho al respecto, pero es que el Señor sí y de hecho empieza la tarea con poder y gloria: “Marcharé al frente de ti, y allanaré las montañas; haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los cerrojos de hierro.  Te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre” (Isaías 45:2-3).  Nuestro Padre no se queda quieto, nuestro Padre está trabajando por nosotros porque quiere darnos lo mejor: “Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!” (Mateo 7:11), así que no dudemos en pedir, ni en saber que obtendremos la respuesta a nuestros anhelos más pronto de lo que nos imaginamos.

Amado Dios y Padre nuestro: Nos dirigimos a ti obedeciendo las palabras de tu Hijo Jesús, para pedirte humildemente nos concedas todos los anhelos y deseos que tenemos en el corazón y que ya conoces, para que nuestros planes se cumplan a cabalidad para la honra y gloria tuya.

Un abrazo y bendiciones.

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