Entonces los principales sacerdotes decidieron matar a Lázaro también, ya que a causa de él mucha gente los había abandonado a ellos y ahora creían en Jesús.
Juan 12:10-11. NTV.
Lectura: Juan 12:1-11. Versículo del día: Juan 12:10-11.
MEDITACIÓN DIARIA
Los principales sacerdotes,
quienes eran, digámoslo así: los del ejemplo a seguir, no solo querían matar a
Jesús sino también a Lázaro. En una palabra, sentían completamente envidia de
ver que la gente seguía y le creía a Jesús. En esta semana estuvimos viendo con
mi esposo una serie en televisión basada en un hospital en donde los médicos
neurocirujanos realizaban cantidad de cirugías con relación al cerebro. Había
un médico muy versado y competitivo que estaba subiendo en su profesión y tenía
pacientes que solamente querían que fuera él quien les hiciera las
intervenciones. Esto generó en el colega más amigo de él, una envidia y celos profesionales
que incluso lo mandó asesinar en dos ocasiones. A este médico le pasaron muchas
cosas difíciles, por causa del primer atentado que le hicieron. Yo me
preguntaba ¿todo eso causado únicamente por envidia? Mi esposo me respondió: entre los médicos se
ven muchísimos casos parecidos. Y si; no solamente entre ese gremio. Dice el dicho:
‘La envidia es una llama que consume al que la alimenta’ y es triste porque en general
va acompañada de gente hipócrita y falsa. En la serie que les comenté, el
médico que le hizo tanto daño era su mejor amigo y colega. “El corazón humano
es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe
qué tan malo es?” (Jeremías 17:9 NTV), Claro; también tenemos el antídoto: “el
amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no
hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor” (1
Corintios 13:4-5 VRV1960). Busquemos el amor de Jesús.
Señor Jesús:
gracias porque a través de tu Palabra nos muestras y enseñas que el corazón
humano es engañoso y perverso. Señor, ¡por eso necesitamos tanto de Ti! No
permitas que en tus hijos florezca y haga nido este mal tan destructivo. Queremos
vivir para Ti, siguiendo el mismo amor que Tú nos ofreciste; el amor que no es
envidioso ni guarda rencor. También enséñanos a perdonar a las personas que han
compartido con nosotros, pero que sus miradas delatan la envidia que poseen e
incluso las que en alguna ocasión han hecho daño. ¡Gracias, muchas gracias, bendito
Señor y Dios nuestro!
Un abrazo y bendiciones.
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