lunes, 25 de noviembre de 2013

Eres el faro del mar de mi vida



Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y aún hoy anuncio todos tus prodigios.  
 Salmo 71:18.


Lectura: Salmo 71:1-24.  Versículo del día: Salmo 71:18.

MEDITACIÓN DIARIA

¡Qué bendición es conocer al Señor desde la juventud!  Con razón dice el Predicador: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos  y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno»;  antes que dejen de brillar el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes después de la lluvia” (Eclesiastés 12:1-2).
Así es.  En la juventud todo se nos antoja, es color de rosa.  Por más apagado que sea el día, siempre veremos luz resplandeciente que brilla por doquier.  Con el correr del tiempo, entendemos muchas cosas que antes no creíamos o poca atención les poníamos, en especial las advertencias de nuestros padres cuando nos hablaban de la realidad de la vida y nos hacían ver la falacia que encerraba cada travesía del camino. 
Gracias a Dios yo pude conocer a mi Señor aun siendo joven.  Ahora ya después de muchos años, de recorrer una y otra ruta, digo igual: “Me has hecho pasar por muchos infortunios, pero volverás a darme vida; de las profundidades de la tierra volverás a levantarme. Acrecentarás mi honor y volverás a consolarme” (vv. 20-21 en la lectura). Y aquí es donde bien quiere decir Salomón en Eclesiastés “y vuelvan las nubes después de la lluvia”.  Esto no lo entendemos hasta no encontrarnos con las vicisitudes que afrontamos en esta carrera vertiginosa que llamamos vida.  Y repito: gracias a Dios por haberlo conocido desde mis años juveniles, porque de resto, no sé en verdad cómo habría enfrentado las desdichas.  Puedo decir que marcho segura y victoriosa porque no estoy sola.  Porque mi Creador, el Señor de mi vida está pendiente de mí sin importarle las canas, arrugas o flaquezas. Él es el faro que ilumina el mar de mi vida.
“Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido” (v. 18 en la lectura).  Igual que el salmista, le pido al Señor que tengo tanto que contarles a los que aún no han llegado, que mi clamor es que me siga guardando hasta terminar la misión y la generación venidera entienda cuál es el Majestuoso Dios y Rey que con su diestra poderosa nos ha dado la victoria.  “Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día” (2 Corintios 4:16).

Amado Señor: Gracias por recordarme el gran amor que me has tenido al fijar tus ojos en mi desde la juventud.  Gracias porque eres ese bálsamo que inunda mi ser y das nuevas fuerzas para vivir.  Gracias porque tus misericordias se renuevan cada mañana. Gracias porque tu justicia y salvación se repiten sin cesar. Todo el día repetirá mi lengua la historia de tus justas acciones.

Un abrazo y bendiciones.

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