Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó Israel: ‘No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío’.Isaías 43:1.
Lectura diaria: Isaías
43:1-7. Versículo principal: Isaías
43:1.
REFLEXIÓN
El mismo Dios que buscó a Abraham
para sacar de él al que sería su pueblo amado, el mismo que más adelante
viendo la opresión del faraón sobre Israel buscó a Moisés para liberarlos de la
esclavitud, el mismo que amó a David y lo puso por rey dándole a todas sus
generaciones tremendo legado hasta encontrarse con el Rey de reyes y Señor de
Señores, es el Dios que hoy nos está hablando.
Este Dios, también es el nuestro. Somos “su Jacob”; somos “su Israel”.
En la antigüedad era su pueblo,
su nación consentida (y todavía lo sigue siendo, aunque el mundo no lo
entienda), pero por su gran amor ahora nosotros que somos injertos en Abraham,
también somos su herencia eterna. Estas
palabras dichas a su pueblo son también para su iglesia, porque: “Todos
ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús”; “Y si ustedes
pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la
promesa” (Gálatas 3:26 y 29). Dice
también Pablo en su carta a los romanos: “Ahora participas de la savia
nutritiva de la raíz del olivo… Y si te jactas de ello, ten en cuenta que no
eres tú quien nutre a la raíz, sino la raíz que te nutre a ti” (Romanos 11:17c-18). Pedro también nos lo confirma: “Pero ustedes
son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios”
(1 Pedro 2:9).
No hay la menor duda: Con amor
eterno nos ha amado y buscado (Jeremías 33:1), hasta encontrarnos y ponernos
nombre. Por eso como todo papito del
mundo, Dios, el mejor Padre nos conoce y nos llama a cada uno por ese nombre que Él nos puso porque somos suyos. “Te he llamado por tu nombre; tú eres mío”. ¡Qué orgullosa me siento de ser su hija! ¡Cuando
te llame, escúchale porque quiere hablar contigo!
Mi Dios amado: Gracias por
haberme buscado tú a mí y por haberme permitido conocerte como el Padre
ejemplar que eres. Gracias por el nombre
que me diste y saber que siempre me llamarás así, porque soy tu herencia
eterna.
Un abrazo y bendiciones.