lunes, 29 de octubre de 2012

Y Él me escuchó

Los lazos de la muerte me envolvieron; los torrentes destructores me abrumaron.  Me enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la muerte.  
 Salmo 18:4-5.

Lectura diaria: Salmo 18.1-19.  Versículos principales: Salmo 18:4-5.

REFLEXIÓN

Las trampas de la muerte llegan en el momento menos esperado, porque son eso: trampas que el enemigo nos pone por delante para ver si sucumbimos en ellas y nos dejamos arrastrar por el desaliento, la angustia y depresión. 
Exactamente así me encontré yo en mi última enfermedad: sintiendo que la muerte me rodeaba, que se acercaba a mí como queriéndome arrastrar, pero “¿dónde esta oh muerte tu victoria?” (1 Corintios 15:55 ).  Sí, porque como sigue el Salmo: “En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!” (v. 6).  No solamente clamé yo, muchos de ustedes que siguen este devocional me ayudaron con sus oraciones; e incluso, Dios puso en el corazón de otras personas aun sin conocerme, el orar por mi salud.  Muchas gracias a todos; el Señor sabrá recompensarles por este detalle tan hermoso y mis oraciones también por ustedes
En medio del dolor y de la angustia, cuando no tenemos a quién recurrir, y estamos en manos de los médicos que también se pueden equivocar, recordamos a Aquel que murió en una cruz y sufrió todo el peso de nuestros dolores: Por sus heridas fuimos sanados (Isaías 53:5).  “La muerte ha sido devorada por la victoria” (1 Corintios 15:54c).  Sí, el Señor Jesús, quien con su muerte y resurrección derrotó a la muerte misma,  nos ha dado a sus seguidores este parte de victoria y es quien está listo a tendernos su mano poderosa; porque cuando los médicos, la ciencia y las experiencias pasadas dicen: “No”, Dios dice: “Sí”, porque para Él no hay imposibles: “Extendiendo su mano desde lo alto, tomó la mía y me sacó del mar profundo”; “Me sacó a un amplio espacio, me libró porque se agradó de mí (vv. 16 y 19 en la lectura).  Sin tener por qué hacerlo, Él me escuchó.   
Si estás en una situación parecida, desde aquí te digo que el Médico de médicos se llama Jesús de Nazaret; solo hay que voltear los ojos hacia su Presencia y te encontrarás con la respuesta llena de su compasión y misericordia porque somos preciosos para Él.  ¡Hazlo, no lo dudes!

¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía!  Tú eres el poder que me salva y cada día me envuelves con tus bendiciones.  Tu protección no se hace esperar; siempre estás ahí, pendiente, y con tu oído atento a escuchar mi súplicas.  ¡Te alabo Señor, te adoro por tu grandeza y poder!

Un abrazo y bendiciones.    

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